jueves, agosto 31, 2006

Matemática… estás ahí?

Un libro de matemáticas puede leerse e interpretarse de muy variadas y diversas formas, todas ellas válidas (como ocurre, en general, con los libros), la diferencia es que en este caso, las desviaciones en la forma de conocer un documento de esta naturaleza, atentan contra la nobleza de su fin.

Sobre todo si hablamos de una parte de la vastísima producción, que se ha realizado para compartir el valor práctico de esta disciplina tan vilipendiada, y poco valorada.

Sin importar la forma en que el autor lo presente, un libro escrito para explicar las bondades de esta ciencia, es como una de esas navajas con doble filo: si no se domina la forma correcta y se es cuidadoso al manipularla, puede resultar contraproducente.

Por que ese tipo de trabajos, aunque no sea la meta del escritor, terminan siendo objetos exaltadores de la inteligencia: Quien comprenda y sea capaz de resolver los acertijos y demás problemas ahí planteados, es un ser privilegiado; un mal parecido, ocurre con los ‘lectores de alto rendimiento’, de los que tanto hemos hablado aquí.

Da la impresión de que el best seller latinoamericano ‘Matemática… estás ahí?’, del argentino Adrián Paenza (editado por la Universidad Nacional de Quilmes, y Siglo XXI Editores), sufre de este mismo mal. Presente en la lista de los más comprados (aunque no necesariamente, mas leídos) en los últimos dos años, el libro es un esfuerzo sincero por colocar a nivel del terreno de juego, la ciencia de los patrones (o patterns, en ingles, para no confundir con jefes o propietarios de empresas).

El hecho de que el libro, siga la misma fórmula que la mayoría de los textos divulgadores: Un poco de historia, unos cuantos problemas, acertijos, curiosidades, todo ello redactado de forma amena, lo convierte en presa fácil de quien busca incrementar su nivel de ‘cultura general’ o de aquel que quiere sentirse brillante.

Pero el compromiso del autor se percibe alejado de todo eso, y más cercano al hecho de eliminar la mala idea que se tiene de las matemáticas: ‘Uno de los propósitos de este libro es acercar a las partes. Mostrar la belleza que contiene pensar en un problema cuya respuesta uno ignora. Sobre todo eso: pensar, imaginar caminos, disfrutar de la duda. Y en todo caso, aprender a coexistir con el desconocimiento, pero siempre con la idea de derrotarlo, de descubrir el velo que esconde la verdad’.

Y es que las principales lecciones, llegan a través de las reflexiones con aplicaciones prácticas en la vida coloquial: ‘Uno intuye distinto cuanto más datos tiene. Cuanto más acostumbrado está a pensar en cosas diferentes, mejor se prepara para tener ideas nuevas (p 73).

Pero leer mucho sobre cualquier tema no es garantía de que se llegue a consolidar un pensamiento lateral eficaz, para eso se requiere voluntad, conciencia, y hasta un dejo de humildad, para entender que lo valioso es lo que sale de nosotros para mejorar el entorno, y no para lucirnos ante los demás.

jueves, agosto 24, 2006

París y Mexicali

La bondad de ubicar un patrón de comportamiento, es que facilita plantear estrategias y encontrar respuestas, sin necesidad de invertir tanto en el diseño y aplicación de investigaciones.

En París y sus alrededores, un grupo de expertos encabezados por Joelle Bahloul, realizaron un trabajo, publicado por el Fondo de Cultura Económica (que se suma a las más de 200 investigaciones sobre la materia, hechas desde 1955, en aquella región de Europa): “Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre los ‘pocos lectores’”.

Y los resultados no son tan sorprendentes, a la luz del sentido común y de la observación de conductas: Aquí y en China, o mejor dicho, en Francia, el hábito de la lectura está dominado por lo ‘culturalmente correcto’.

Pero lo más pernicioso, es que esa situación coloca una barrera infranqueable, evitando que lectores potenciales, peguen un salto y descubran las ventajas del conocimiento y el disfrute obtenido a través de la lectura de documentos impresos. La situación es muy clara y dolorosa: Solo los grandes autores, de los géneros legítimos, son dignos de tomarse en cuenta como lectura, lo demás, es literalmente bazofia, soez, sucio y por ende, despreciable.

Aunque parezca difícil de creer, en la cuna del buen gusto literario, también existen quienes no leen, ni leerán jamás, pero viven otros que, de acuerdo a la clasificación establecida en la investigación, son considerados como ‘poco lectores’, es decir, aquellos que dicen consumir entre uno y nueve libros al año.

Y, como suele ocurrir también por acá, allá en Paris, los ‘poco lectores’ son ávidos consumidores de diarios, revistas, comics, y novelas del corazón; pero el detalle central es que el peso del convencionalismo sobre lo correcto en la lectura, provoca que los potenciales lectores, le resten méritos a su conducta lectoral y terminen automarginándose: ‘…Yo no soy tan literaria, porque debe de haber buenos libros que… un poco mejores que los que he leído…’ estableció una secretaria retirada, residente de una comunidad francesa de más de 100 mil habitantes.

‘Los lectores lo saben bien, pues reconocen que los géneros de libros y revistas que prefieren leer y el tiempo que les dedican no les reportarán beneficio alguno en el plano intelectual. La lectura tampoco figura entre los entretenimientos preferidos de los ‘poco lectores’. Enfrenta una seria competencia, no de la televisión sino de las actividades físicas y de las reuniones familiares’ (pp. 124,125).

Existen dos problemas prioritarios por resolver, el primero de ellos es quitarle el velo de perfección a la lectura ‘culta’ y el otro, es otorgarle el valor real al proceso de reflexión, seguido del acto de leer cualquier documento, desde un periódico hasta un ‘funny’, porque como bien define Bahloul: ‘La lectura exclusiva de la prensa puede constituir en ciertos casos una alternativa o un complemento a la lectura de libros, por la forma de conocimiento discontinuo que brinda, pero no exige por ello menos capacidades psicotécnicas y de desciframiento. La cuestión sobre la cuantificación de la práctica lectora, centrada en la noción del “libro”, tiende a producir los efectos de aminoramiento y desvalorización por parte de los lectores exclusivos de la prensa, que se presentan casi siempre como no lectores’.

jueves, agosto 17, 2006

Lectura y literatura

Una buena promoción de la lectura, debería de comenzar por establecer que no es necesario leer para consolidar una vida constructiva, y que, en caso de que se decida por utilizar los libros, quede claro que lo valioso es el resultado del proceso, y no tanto el camino.

Por más delirante que suene la idea, tiene algo de sentido, partiendo de que sería útil para colocar en el lugar que le corresponden, cada una de las herramientas disponibles; así tendríamos un público consciente o por lo menos enterado, de lo que pueden esperar, y no uno desilusionado o desesperado ante la falta de resultados.

Lo ‘culturalmente correcto’ es leer, pero no cualquier cosa, sino literatura, y como es de suponerse, no cualquier literatura, sino las grandes obras de la historia; con esta manera de estructurar el razonamiento, no debería de sorprender que los índices de lectura que pueden medirse y suelen reportarse, no revelen información alentadora.

Los conceptos sobre literatura, expuestos por literatos o por investigadores preocupados por acabar de una vez por todas con tanto analfabeta funcional, son halagüeños, atraen con dulzura y suavidad, pero han servido para bendita la cosa.

George Orwell definió hace 50 años en su texto ‘Los impedimentos de la literatura’ ‘…La literatura es el intento de influir en el punto de vista de nuestros contemporáneos mediante el registro de experiencias’.

Por su parte, Teresa Colomer, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona, en su trabajo ‘La enseñanza de la literatura como construcción del sentido’, expone de forma tajante que ha sido la era industrial, la responsable del divorcio entre educación y literatura.

Porque ‘el texto literario ostenta… la capacidad de reconfigurar la actividad humana y ofrece instrumentos para comprenderla ya que, al verbalizarla, configura un espacio en el que se construyen y negocian los valores y el sistema estético de una cultura… las formas de representación de la realidad presentes en la literatura… proyectan una nueva luz que reinterpreta para el lector la forma habitual de entender el mundo’.

Para saber si la fina verborrea es efectiva, si las bellas palabras promotoras, o los textos producidos, representan un espejo para los lectores potenciales, entonces vale la pena conocer la reflexión de un presidiario francés, un ex lector consuetudinario, y quien fuera entrevistado para la investigación publicada por el Fondo de Cultura Económica, ‘Historias de lectura. Trayectorias de vida y lectura’, de Michel Peroni:

‘Cuando leía, hacía siempre un paralelo con situaciones de la vida de todos los días que se presentaban en ese momento… En una palabra, comparaba la realidad a partir de lo que creía entender en los libros. Algunas veces, en particular en Sartre, había escenas o personajes extraños; gente que no te encuentras todos los días… en ‘Los caminos de la vida … o de la libertad’, ya no me acuerdo, hay un personaje que se llama Mathieu, creo. Bueno, pues ese chavo tiene un comportamiento que es extraño en relación con la vida. Además, hablaba a menudo del absurdo. A mi me gustaba que no se portara como los demás; decía: por que no? Mientras que ahora… no digo que no sea útil tener un comportamiento absurdo: para los artistas, los poetas, tal vez, pero eso no es para mí.

‘Otras veces me sucedía que encontraba en un libro exactamente algunas cosas que había sentido, es decir, una especie de definición que corresponde a la idea mental que tenía, pero que nunca había formulado… Pero, bueno, no vale la pena leer por eso; en una discusión con alguien puede ser suficiente’.

Es posible que el contenido de este texto y de la opinión anterior, no refleje la situación en la dimensión precisa; es decir, los trabajos de investigación, y las reflexiones referentes a cuestionar el valor real de los libros por sobre otras opciones, no representan una mayoría, pero que no sean mayoría, no significa que carezcan de impacto; algo no camina, y es justo explorar diversas vías para encontrar respuestas mas simples, pero no por ello, menos eficaces:

‘Solo podemos vivir en las historias que hemos leído u oído. Vivimos nuestras propias vidas a través de textos. Pueden ser textos leídos, cantados, experimentados electrónicamente, o pueden venir a nosotros, como los murmullos de nuestra madre, diciéndonos lo que las convenciones exigen’, cita Colomer en su documento.

jueves, agosto 10, 2006

Mucho ruido...



Aunque no parezca, hay tantas investigaciones acerca de la lectura, que sorprende el hecho de que no exista un consenso sobre un qué hacer eficaz.

Y el asunto persistirá mientras siga esa injustificada preocupación por sostener al libro y a la lectura, como las principales formas para el disfrute, o para adquirir conocimientos.

Pero una cosa distinta es libro y otra el proceso de lectura, y esa es una de las confusiones que es posible detectar entre los estudiosos de la materia. No es lo mismo -por supuesto- libro que lectura, a menos que al final de los tiempos, se decida convertir en genérico el nombre de ‘libro’, y sea aplicado a las nuevas modalidades tecnológicas, y en todo lo que tenga que ver con pasar la vista por un documento y comprender el significado; solo de esa forma, podría aceptarse la utilización arbitraria de ambas palabras.

Otro error: Casi la mayoría de los estudios sobre lectura, por más considerados y democráticos que pretendan ser, no dejan de brindarle un sitio especial al libro, pero más específico, a la literatura como un género que tiene el potencial de modificar conciencias.

Ante el lamento de que no se lee, y la invitación a que se haga, la literatura juega el papel más importante, dejando de lado, cualquier otro género y cualquier otra actividad.

En la lucha por defender al libro, es posible ubicar dos posiciones: Quienes lo tienen como un objeto de culto, y desean mantenerlo alejado del consumo popular, por más que pregonen lo contrario, y por otro lado, se encuentran aquellos que defienden la libertad individual de leer, pero también la de no leer, no obstante, a final de cuentas, todo sigue girando alrededor de un documento.

En su obra ‘¿Qué leen los que no leen?. El poder inmaterial de la literatura, la tradición literaria y el hábito de leer’, Juan Domingo Argüelles, plantea en la página 76, el quid de su reflexión:

‘El problema parece ser, desde hace muchos años, cómo elogiar, encomiar, exaltar o enaltecer el ejercicio de leer y escribir, para que a raíz de ese estímulo se convierta en un hábito, sin que ello nos conduzca a la inquietante frustración y el suspicaz sentimiento de que todo ello es para someternos a permanentes exámenes de conocimiento’.

Páginas mas delante, surge una salida al problema planteado por el autor: ‘Encontrar sentido a la vida en cosas relacionadas con la lectura y la escritura es tan válido como hallarlo en otras manifestaciones; nadie debe de sentirse marginal de la cultura por que no lee libros o por que lea nada mas unos cuantos. Se revela una grave deformación cultural cuando se exigen medidas de cantidad de lectura’.

‘Para Leer’ surgió bajo dos premisas: la primera de ellas es la de colaborar en la desmitificación del valor del libro y de la lectura como patrimonio cultural de unos cuantos; la otra, es poner a disposición de quien desee, las diversas fuentes a través de las cuales, es posible obtener conocimiento para el disfrute de la vida.

En el primero de los casos, ha sido un tradicional obstáculo para un aprendiz, la posición soberbia de quienes aseguran poseer un enorme capital intelectual; lejos de establecer estrategias que brinden resultados para multiplicar, son sus actitudes, la principal arma antipromotora. ‘El libro y la lectura, por si mismos no sirven para nada. La vida está en otra parte (incluso en los libros), pero muchos no se dan cuenta de ello, empeñados en atribuir a las formas vacías un carácter esencial que, desde luego, no poseen’, expuso Argüelles en la obra citada.

Pero el trabajo no termina ahí, ubicando al petulante en el lugar que le corresponde, por que entre otras muchas cosas, aun falta comprender los diversos caminos para el entendimiento y disfrute de la vida, y además, por si fuera poco, al zumbón, poco le importa ser señalado.

Esta situación comenzará a cambiar, cuando se le otorgue el valor que tiene la adquisición de conocimientos útiles, prácticos (y por ambos términos debe entenderse aquello que genere lo mismo armonía interna, que resultados tangibles) por medio de diversas fuentes.

La lectura de libros impresos y a través de computadoras, es una de las múltiples herramientas disponibles, pero existen otras más, igual de importantes como el diálogo, la observación de nuestro entorno; habrá primero, que darnos las oportunidad de conocerlas, y luego vivirlas.

miércoles, agosto 02, 2006

El Oficio



Para el Piporro, el oficio se logra oficiando, ‘es decir, aprendiendo lo que el troquel de la práctica va delineando’, por que la educación formal universitaria no lo es todo: ‘viene después la otra lucha que es la que se tiene fuera de las aulas, donde independientemente de lo brillante que se haya sido como estudiante, se tiene que llegar al enfrentamiento con la vida misma, que enseña otras cosas y obliga a reaprender lo aprendido’ (‘Autobiogr…ajúa y anecdotaconario’, Diana).

Lo ideal sería comprender el valor del conocimiento útil y eficaz, al servicio de una causa, sin necesidad de pasar por las aulas, pero siglos de tradición universitaria desvirtuada, nos han convencido de lo contrario.

‘Se ha dicho que, después del apogeo del siglo XIII, las universidades medievales declinan. Jacques Verger (Les universités au Moyen Age) arguye que, más bien, se orientan a "la participación creciente de los universitarios en el desarrollo universal de las burocracias eclesiásticas y laicas". Ya en el siglo XIV, la mitad de los cardenales tenía grados universitarios, sobre todo en derecho. Entre los altos funcionarios de la curia, la proporción era mayor. Después, los universitarios se apoderan, no sólo de la Iglesia, sino del Estado; y, finalmente, de las grandes empresas. El deseo de ascender a la verdad más alta desemboca en ascensos a puestos cada vez más altos.

'La culminación de este proceso es la universidad millonaria, que no sólo vende las credenciales, identidad y legitimidad que demandan las burocracias y su personal, sino que se vuelve burocracia, y la más legítima de todas, porque es santa: supuestamente dedicada a la bios theoretikós. Disfrazándose de académica, domina el mercado del saber para subir’, ('Universidades Platónicas', Gabriel Zaid, Letras Libres, enero 2006).

La percepción de que para construir un entorno armonioso (medido, por supuesto, en dinero), deba atravesarse, por fuerza, el campus de una universidad, ha terminado por generar más daño que beneficios, por diversas razones, la primera de ellas, la mas simple: porque es imposible, y ni siquiera deseable, que todos los seres, en edad de aprender, acudan a un recinto de educación superior.

Porque habrá quien quiera y no pueda (un porcentaje de quienes intentan en instituciones públicas); quien quiera y no le alcance (las universidades privadas aumentan); quien quiera, pueda en un principio, pero desista a la mitad; quien de plano ni le interese (con la 'prepa' es más que suficiente); quienes sienten que el ‘nunca es tarde’ es una ofensa, y prefieren seguir igual. El subgrupo dentro de ese enorme grupo de quienes no cuentan con instrucción universitaria, es enorme.

Convencer a alguien de que la vida sin universidad sigue valiendo la pena, es imposible, por que los ejemplos utilizados pueden parecer ofensivos: el tío con el puesto de tacos, el ‘trailero’ próspero, actividades generadoras de dinero, pero carentes de estatus (un taquero es pedestre, un licenciado elegante, aunque ni sepa para qué diantres estudió).

Además, se dejan de lado, los múltiples ejemplos –los que en realidad, deberían cundir- de quienes han visto en el conocimiento, la oportunidad para desarrollar vidas plenas (aunque no estoy totalmente convencido de la función motivadora de las historias de éxito, como motor propulsor, en esta ocasión, cabe mencionar aquí, el trabajo de Hamilton Naki, quien a pesar de contar solo con primaria, pasó de jardinero en un hospital en Sudáfrica, a formar parte del equipo que realizó el primer transplante de corazón en la historia. La hazaña que estuvo mucho tiempo relegada debido al apartheid, puede conocerse a traves de las palabras de su protagonista en http://www.dispatch.co.za/2002/08/05/features/BPION.HTM).

Ir a la universidad es importante, cuando se sabe a qué se va, por que ahí es posible descubrir los variados caminos a tomar para seguir ‘oficiando’; el problema surge cuando la inercia (hay que terminar todo de un jalón), la presión social (sin escuela eres nadie), la desesperación (quisiera ser rico), coloca a alguien en un aula.