martes, noviembre 28, 2006

Seres 'extraordinarios’

La mayoría de los instrumentos de medición con reconocimiento ‘cultural’ y validez científica, como la Encuesta Nacional de Lectura 2006, suelen dejar de lado aspectos de gran cuantía, que pudieran ayudar a resolver el enorme enigma del supuesto atraso lectoral.

Un paréntesis: (Sorprende que algunos, aun se muestren inquietos por la mínima cantidad de libros leídos por el mexicano -2.9, según Conaculta-, cuando hasta en la cuna del ‘buen gusto literario’, como lo es París, existe un porcentaje significativo de seres que no han leído, ni leerán jamás: http://victormartinezceniceros.blogspot.com/2006/08/pars-y-mexicali.html).

Las encuestas, los grupos de foco y demás herramientas para evaluar comportamientos, se han consolidado debido a la certidumbre de los datos que han arrojado, aunque es preciso advertir, que no en todas las materias, su aplicación es eficaz.

En el caso particular de aspectos relacionados con el binomio preparación-ignorancia, las respuestas –la experiencia lo dice- tienden a estar condicionadas a la idea de dejar la percepción de que el encuestado o es muy letrado, o por lo menos, no quiere parecer un ignaro: Cuántos libros lee; su último grado de estudios, qué opina sobre tal acontecimiento.

De enorme valor –aunque tal vez, sin tanto reconocimiento formal-, es la observación directa de comportamientos (lectores, en este caso) para comenzar a aclarar el panorama.

Uno puede recorrer sitios de consumo popular y descubrir a damas y a caballeros, en cuclillas, recostados, de pie, pero básicamente, leyendo –con sumo interés-, historietas de todo tipo. Para efectos estadísticos o antropológicos, lo ideal sería comenzar a soltar una batería de preguntas sobre sus hábitos, pero eso representa una invasión del espacio privado y personal. En casos como el anterior, solo la observación directa –y discreta- es lo más recomendable.

Por que, una de las ‘trampas’ o quimeras en las que suelen caer quienes encargan la realización de un trabajo de investigación en materia social, o de quien promueve la lectura de manera oficial u oficiosa, es darle un peso desproporcionado a los ‘seres extraordinarios’.

Recuerdo, que en el 2004, se hizo para el INEA Baja California, un trabajo de promoción donde lo primordial era incrementar el numero de usuarios de los servicios de primaria y secundaria gratuita, entre el sector de bajo ingreso económico; la estrategia tradicional, que siempre ha servido para quedar bien con los jefes, y además, impacta entre todos, menos en el grupo que interesa, es apelar a los casos de éxito, esos que he denominado como ‘seres o personas extraordinarias’.

Pero, en el análisis de las personalidades, uno descubre que siempre va a encontrar –por mala fortuna, en menor cantidad-, aquellos con la semilla en el interior, a la espera de que las condiciones se acomoden o ellos mismos las preparen, para germinar. Por lo general, esas personas llaman la atención por su proceder, diametralmente distinto al de su entorno: superan adversidades con enorme habilidad, buscan su mejoramiento de manera constante.

Cuando se desconoce, o, peor, se quiere ignorar lo mencionado arriba, entonces los esfuerzos se desperdician, por que se pretende que la mayoría responda ante los estímulos de la minoría.

Los promotores de lectura, han justificado su proceder, bajo la idea quimérica de que en una feria del libro, en la presentación de una obra, en charlas doctas, han descubierto el surgimiento de nuevos lectores, aunque en la realidad, el público meta, engañe sobre sus hábitos en una encuesta: menciona un libro ‘culto’ para no verse mal, aunque en la bolsa trasera cargue uno ‘de vaqueros’.

miércoles, noviembre 08, 2006

En busca de los ‘cómos’

Un libro sin leer, un producto inerte, puede llegar a convertirse en un maestro dispuesto a compartir sus conocimientos, o hasta en un amigo, todo eso, de manera exprés

El problema comienza cuando llegamos a los ‘cómos’, por que el material, aunque sin savia, invariablemente permanecerá dispuesto, y la decisión de darle vida, siempre será unilateral, lo mismo que el rechazo. Ya lo dijo Tomás Eloy Martínez en su novela ‘El vuelo de la reina’ (Alfaguara 2002, p. 17): ‘Las ideas fijas son, en verdad, el libro…El mundo sería nada sin las ideas que siguen en pie, obstinadas, sobreviviendo a todas las adversidades’.

Pero, otra cosa es lo que ocurre en el caso de que se desee buscar el apoyo y la orientación de alguien que sepa más sobre alguna materia, ya que se corren enormes riesgos: desde el ser ignorado, o hasta que el maestro no sea tal, es decir, carezca de paciencia monacal y de vocación para compartir lo sabido, en un lenguaje adecuado y en conceptos totalmente terrenales. Respecto a los amigos, nuestro inherente egoísmo, impide, en ocasiones, que las relaciones sean recíprocas, completas y satisfactorias para ambos bandos.

Y claro, un libro puede ser amigo, profesor o hasta simple compañía, siempre y cuando se haga el esfuerzo de tomarlo (no existe ni siquiera necesidad de gastar dinero, por que puede ser prestado), leerlo, reflexionar.

La clave primordial, está mucho más allá de lo compartido hasta estas líneas, algo entendido por muchos: que la lectura es bondadosa, pero que se requiere de energías adicionales. El asunto que ha sido explorado aunque no con resultados alentadores, es el cómo transformar todos esos buenos sentimientos, en elementos motivadores, que orillen a alguien a dar el primer sorbo, aunque le sepa amargo, le haga caras, pero al final, entienda que es parte de la integración de su ser.

La mayoría de los estudios y las reflexiones sobre motivación de lectura, se brincan un paso de suma trascendencia: lo que ocurre en el espacio de tiempo en que un no lector ya sea que: a) se convierta en lector, b) permanezca en su estado original, sin modificación alguna en su operación cotidiana ó c) retroceda (llegue a aborrecer la lectura).

Cuando alguien sin disciplina lectoral, digamos que por obligación, por gusto propio (‘compró’ la idea de las bondades de la lectura sobre ‘maestros y amigos’), o hasta por simple ocio, toma un libro, vive un proceso que merece especial atención.

Porque los factores sociales que nos rodean, además de múltiples, claro está, tienen cierta tendencia hacia la eliminación de todo proceso de reflexión (básicamente algunos contenidos de los medios electrónicos y cibernéticos), punto principal para que las ‘recetas’ sobre cómo leer un libro, realmente funcionen.

Luego entonces, las tentaciones y los caminos para abandonar la lectura tienen las de ganar, sobre todo si las recetas, o los programas motivadores se expresan en palabras ‘bellas’ pero ineficaces, distantes del sentir del destinatario.

Un no lector que intenta probar las ‘mieles del saber’ a través de un libro, tiene ‘n’ posibilidades de hacerlo a un lado, superiores a las de convertirse en un consumidor consuetudinario (que no ‘lector de alto rendimiento’).

De muy poco serviría recomendar ‘La señora de los sueños’ de Sara Sefchovich (Alfaguara 2001), como una obra ideal para comenzar con la aventura de leer (‘aprendí a leer y mi soledad encontró compañía, el silencio se pobló de voces, el vacío se llenó de fantasías’, p. 377, dijo la protagonista de la historia a su sicoanalista), si se desconoce otros elementos complementarios, para que una sugerencia tenga los resultados esperados.

Ahora que, como buenos deseos, eso está bien y aplica en unos casos, sin embargo, existe la sospecha comprobada empíricamente de manera preliminar, de que algún miembro de uno de los varios subgrupos de no lectores, aquellos que traen una semilla sin germinar, y que por lo general rondan los círculos ‘culturales’, tienen altas posibilidades de convertirse en lectores gracias a comentarios sobre libros, pero, y qué con el resto, que son la mayoría.

jueves, noviembre 02, 2006

Textos ‘deliciosos’

En dónde podemos ubicar la ‘deliciosidad’ del texto literario; esos argumentos tan socorridos por los promotores, debido a los cuales, todo individuo que los escuche, debe de caer rendido, levantarse y salir disparado a comprar un libro.

El gozo carece de medidas objetivas, que permitan determinar grados internos de satisfacción que puedan compartirse; es, en pocas palabras, tan subjetivo como todo buen sentimiento personal, por eso es riesgoso hablar de belleza en un texto, y confiar en que eso, sea suficiente para despertar el amor por un libro.

El mal de la no lectura tiene muchas explicaciones, aunque sean pocas las aplicaciones. Isabel Solé Gallart, en ‘El placer de leer’ (http://www.lecturayvida.org.ar/pdf/sole.pdf) dice: ‘La lectura ha sufrido por mucho tiempo los lastres de mitos, de conocimientos más o menos mágicos, que han impedido un tratamiento normal de su enseñanza. Disquisiciones sobre el momento idóneo para ‘empezar’….. impidieron durante demasiado tiempo la reflexión desde lo que es una certidumbre: que a leer se aprende leyendo, y que como en todos los ámbitos del aprendizaje, los aprendices utilizan todos los medios a su alcance para lograrlo’.

Uno puede tomar, por ejemplo, ‘Aura’ (ERA, 2001), de Carlos Fuentes, sin otra referencia que sólo ver un pequeño documento entre un montón de libros -que por poco y no alcanzaba la denominación formal de ‘libro’ (más de 49 páginas, según la Unesco)-.

En 64 hojas bastante sobradas –por que la historia puede caber en mucho menos espacio con otro diseño y distinta tipografía-, se desarrolla una historia atrayente por diversos factores: Se trata de un libro pequeño en tamaño y cantidad, que no espanta, lo cual de entrada representa una invitación a la lectura, mas allá de que lo escrito por Fuentes pueda parecer complicado, sobre todo por el personaje central: un erudito que vive aventuras fantasmagóricas.

Las invitaciones a la lectura deberían se arrojadas, directas y adaptadas para el público al que se piensa o desea convencer, sin el temor de ofender el ‘buen gusto’ en la redacción, y sin sentirse presionados por dirigir un mensaje tan ‘bello y delicioso’ como el mismo que se comenta.

Para un promotor oficial u oficioso de la lectura, es relativamente sencillo recomendar la lectura de historias literarias (al fin que de y para eso vive), pero qué ocurre cuando es necesario compartir el valor de otros libros, como, digamos, ‘Relato de robots’, de Isaac Asimov (Unidad Editorial, España), o mas disparatado aun, ‘El futbol a sol y sombra’, de Eduardo Galeano (Siglo XXI Editores).

En ambos casos es posible descubrir aspectos valiosos para la cotidianidad; mas allá de que los autores, cuenten con reconocimiento en los círculos especializados en los que se desarrollan o desarrollaron; de esas producciones, cada individuo lector tiene la posibilidad de rescatar algo, cuya repercusión puede o no reflejarse de inmediato, es más, tal vez lo aprendido ni siquiera quede registrado en la conciencia, y sin embargo, algo va a modificar.

Leer no quiere decir memorizarse un poema de García Lorca (‘Romancero Gitano’, Grupo Editorial Tomo), y luego en una charla de sobremesa recitar grandilocuente: ‘Verde que te quiero verde/verde viento, verdes ramas/ Los dos compadres subieron/ El largo viento dejaba/en la boca un raro gusto/de hiel, de menta y de albahaca’, para después observar, satisfecho y orondo, la reacción del público. Quizá la lección de la lectura, la dio el mismo poeta español en ‘La casada infiel’: ‘La luz del entendimiento/me hace ser muy comedido’.