El decálogo de la promoción eficaz
Con el ánimo de darle vida a ese objeto inerte llamado libro, se han emprendido incontables acciones extrañas, contradictorias y carentes del sentido común que rodea al ciudadano promedio.
Según el organismo gubernamental rector de la cultura en Baja California, el 23 de abril fue escogido ‘para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores y alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irremplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural’.
Y como seguramente ocurrirá en todo el mundo, en la entidad habrá, además de libros baratísimos (si no, cuál sería el chiste), festivales artísticos, música, lecturas en voz alta y un sinfín de actividades diseñadas exclusivamente para despertar una pasión enfermiza por hacerse de un libro, leerlo, disfrutarlo, comprenderlo y encontrarle alguna aplicación práctica en la vida cotidiana.
Pero muy a pesar de esos esfuerzos dignos de una alabanza encarecida, el objeto inerte sigue ineficaz e incapaz de reaccionar, o por lo menos eso es el sentir de una enorme cantidad de seres humanos en este país, quienes según la Encuesta Nacional de Lectura 2006, en su capítulo II y en las conclusiones, ven en la lectura un camino para ‘ser culto’ y por ende, para desligarse de todo lo que huela a libro.
El camino a explorar para la cabal comprensión del fenómeno de la lectura y su eficaz promoción, atraviesa por senderos ofensivos para aquellos que poseen un fino gusto literario, pero a final de cuentas, debe de ser considerado, si lo que se desea en verdad, es que el grueso de la sociedad, corra tras los libros.
Un decálogo para la promoción eficaz incluye lo siguiente:
1) Reconsiderar el papel de la lectura: Todo ser humano que más allá de la escuela, jamás ha tomado un libro, obtiene lo necesario de muy variadas y diversas fuentes. El término leer, no debería estar ligado directamente a un libro y más especifico, a un ejemplar de bella literatura; se puede y se debe leer la vida, un periódico, una revista o cualquier elemento útil.
Es más, tal vez sea tiempo de aceptar, que la lectura como la entendemos actualmente, no sea tan necesaria, y entonces debamos de fortalecer otras herramientas.
2) Plantear si vale la pena aferrarse al libro: El disfrute de la vida, le llega al hombre tras un proceso de reflexión posterior a observar la naturaleza, cuando dialoga con quienes más saben, cuando escucha atento a aquel que está dispuesto a enseñar, y en ese estante no necesariamente cabe un libro. Un promotor ordinario de lectura, puede redargüir, destacando que un excelente ser humano, puede ser aun mejor, tras la lectura de una obra excelsa, pero eso debería quedar como una opción más, no como la única.
3) Cómo aprende de la vida el que no lee: Un obstinado 'no lector' puede ser tan sabio (y no erudito) como el mejor filólogo; a vivir la vida se aprende viviéndola y no teorizándola y mucho menos presumiéndola, si se entendiera eso, entonces difícilmente nos sorprenderíamos del útil consejo de un paletero, o de la capacidad de un recoje-escombros para establecer relaciones públicas.
4) Analizar y discutir, si los esquemas seguidos desde mediados del siglo pasado, para la promoción de la lectura, han sido los ideales: Si a pesar de los tres puntos anteriores, sigue el empeño en el libro, lo conducente sería encontrar una serie de parámetros reales, para determinar el éxito de una campaña promotora, los cuales tendrían que medir:
Cantidad de lectores en la ciudad, de no lectores, nuevos lectores adheridos tras una estrategia determinada.
5) Definir público meta: En teoría, toda persona con la habilidad de lectoescritura debería de ser integrante del público meta, sin embargo la realidad no aplica así, luego entonces valdría la pena segmentar bien a los diversos tipos de públicos y actuar de acuerdo a esos resultados; así se evitarían los costosos ‘palos de ciego’ que producen las instituciones de gobierno.
6) Conocerlo: Parece simple, pero el principal causante del fracaso en una estrategia, deriva de no conocer a detalle a aquel a quien se dirigen los esfuerzos. En el caso de la promoción de lectura, existe una enorme brecha entre los diseñadores de planes de trabajo y el destinatario. Cómo piensa, qué siente, gustos, disgustos, expectativas, eso y mucho más debe conocerse, pero principalmente, respetarse; uno de los crasos errores del promotor de lectura, es desear cambiar en su prójimo la forma de entender la vida.
7) Definir estrategias de promoción: Una vez determinado el público, y contando con un amplio conocimiento sociodemográfico, las estrategias resultantes, serán eficaces sin importar si se parecen a las actuales, o son del agrado de las élites cultas.
8) Qué hacer con quienes ven al libro como objeto de culto: De las primeras cosas que saltan tras una labor de revisión documental sobre el tema, es el problema originado por el individuo que tiene al libro como el restaurador de almas dañadas. Si bien no representa la mayoría, actúa como si lo fuera; las políticas oficiales sobre cultura, giran en torno a esa forma de pensar, por eso los resultados no han sido los mejores.
9) Desmitificar al libro, su contenido y al autor: No hay algo que complique más el acercamiento entre dos entes, como la falta de empatía; un libro es sólo un trozo de papel con tinta, el contenido vale en la medida que sea descifrado por el lector, y resultado no siempre coincide con lo que el escritor quiso decir; el autor, por su parte, es un simple ser humano que encontró, en compartir experiencias, su forma de vida, pero hasta ahí.
10) Fortalecer otras formas de acceso al conocimiento y disfrute de la vida: Si en verdad le importa la masa, un escritor reconocido y quienes deseen emularlo, debería publicar novelas en diarios, anécdotas en un blog, elaborar guiones para la televisión comercial, en resumen: Involucrarse en aquello que le interesa a la mayoría.
Por otro lado, la observación de la naturaleza, aprender escuchando, preguntando y experimentando, debería de tener el mismo reconocimiento social.
Este decálogo, es un punto de arranque para fortalecer la discusión sobre un tema demasiado abordado, aunque de manera errónea.
Según el organismo gubernamental rector de la cultura en Baja California, el 23 de abril fue escogido ‘para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores y alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irremplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural’.
Y como seguramente ocurrirá en todo el mundo, en la entidad habrá, además de libros baratísimos (si no, cuál sería el chiste), festivales artísticos, música, lecturas en voz alta y un sinfín de actividades diseñadas exclusivamente para despertar una pasión enfermiza por hacerse de un libro, leerlo, disfrutarlo, comprenderlo y encontrarle alguna aplicación práctica en la vida cotidiana.
Pero muy a pesar de esos esfuerzos dignos de una alabanza encarecida, el objeto inerte sigue ineficaz e incapaz de reaccionar, o por lo menos eso es el sentir de una enorme cantidad de seres humanos en este país, quienes según la Encuesta Nacional de Lectura 2006, en su capítulo II y en las conclusiones, ven en la lectura un camino para ‘ser culto’ y por ende, para desligarse de todo lo que huela a libro.
El camino a explorar para la cabal comprensión del fenómeno de la lectura y su eficaz promoción, atraviesa por senderos ofensivos para aquellos que poseen un fino gusto literario, pero a final de cuentas, debe de ser considerado, si lo que se desea en verdad, es que el grueso de la sociedad, corra tras los libros.
Un decálogo para la promoción eficaz incluye lo siguiente:
1) Reconsiderar el papel de la lectura: Todo ser humano que más allá de la escuela, jamás ha tomado un libro, obtiene lo necesario de muy variadas y diversas fuentes. El término leer, no debería estar ligado directamente a un libro y más especifico, a un ejemplar de bella literatura; se puede y se debe leer la vida, un periódico, una revista o cualquier elemento útil.
Es más, tal vez sea tiempo de aceptar, que la lectura como la entendemos actualmente, no sea tan necesaria, y entonces debamos de fortalecer otras herramientas.
2) Plantear si vale la pena aferrarse al libro: El disfrute de la vida, le llega al hombre tras un proceso de reflexión posterior a observar la naturaleza, cuando dialoga con quienes más saben, cuando escucha atento a aquel que está dispuesto a enseñar, y en ese estante no necesariamente cabe un libro. Un promotor ordinario de lectura, puede redargüir, destacando que un excelente ser humano, puede ser aun mejor, tras la lectura de una obra excelsa, pero eso debería quedar como una opción más, no como la única.
3) Cómo aprende de la vida el que no lee: Un obstinado 'no lector' puede ser tan sabio (y no erudito) como el mejor filólogo; a vivir la vida se aprende viviéndola y no teorizándola y mucho menos presumiéndola, si se entendiera eso, entonces difícilmente nos sorprenderíamos del útil consejo de un paletero, o de la capacidad de un recoje-escombros para establecer relaciones públicas.
4) Analizar y discutir, si los esquemas seguidos desde mediados del siglo pasado, para la promoción de la lectura, han sido los ideales: Si a pesar de los tres puntos anteriores, sigue el empeño en el libro, lo conducente sería encontrar una serie de parámetros reales, para determinar el éxito de una campaña promotora, los cuales tendrían que medir:
Cantidad de lectores en la ciudad, de no lectores, nuevos lectores adheridos tras una estrategia determinada.
5) Definir público meta: En teoría, toda persona con la habilidad de lectoescritura debería de ser integrante del público meta, sin embargo la realidad no aplica así, luego entonces valdría la pena segmentar bien a los diversos tipos de públicos y actuar de acuerdo a esos resultados; así se evitarían los costosos ‘palos de ciego’ que producen las instituciones de gobierno.
6) Conocerlo: Parece simple, pero el principal causante del fracaso en una estrategia, deriva de no conocer a detalle a aquel a quien se dirigen los esfuerzos. En el caso de la promoción de lectura, existe una enorme brecha entre los diseñadores de planes de trabajo y el destinatario. Cómo piensa, qué siente, gustos, disgustos, expectativas, eso y mucho más debe conocerse, pero principalmente, respetarse; uno de los crasos errores del promotor de lectura, es desear cambiar en su prójimo la forma de entender la vida.
7) Definir estrategias de promoción: Una vez determinado el público, y contando con un amplio conocimiento sociodemográfico, las estrategias resultantes, serán eficaces sin importar si se parecen a las actuales, o son del agrado de las élites cultas.
8) Qué hacer con quienes ven al libro como objeto de culto: De las primeras cosas que saltan tras una labor de revisión documental sobre el tema, es el problema originado por el individuo que tiene al libro como el restaurador de almas dañadas. Si bien no representa la mayoría, actúa como si lo fuera; las políticas oficiales sobre cultura, giran en torno a esa forma de pensar, por eso los resultados no han sido los mejores.
9) Desmitificar al libro, su contenido y al autor: No hay algo que complique más el acercamiento entre dos entes, como la falta de empatía; un libro es sólo un trozo de papel con tinta, el contenido vale en la medida que sea descifrado por el lector, y resultado no siempre coincide con lo que el escritor quiso decir; el autor, por su parte, es un simple ser humano que encontró, en compartir experiencias, su forma de vida, pero hasta ahí.
10) Fortalecer otras formas de acceso al conocimiento y disfrute de la vida: Si en verdad le importa la masa, un escritor reconocido y quienes deseen emularlo, debería publicar novelas en diarios, anécdotas en un blog, elaborar guiones para la televisión comercial, en resumen: Involucrarse en aquello que le interesa a la mayoría.
Por otro lado, la observación de la naturaleza, aprender escuchando, preguntando y experimentando, debería de tener el mismo reconocimiento social.
Este decálogo, es un punto de arranque para fortalecer la discusión sobre un tema demasiado abordado, aunque de manera errónea.
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