Lecturas incompletas
La adquisición de conocimiento formal, útil y práctico a través de la lectura, tiene muchos recovecos, vueltas y revueltas que impiden trabajar bajo una sola línea, cuando lo que se busca es la promoción.
Definir qué motiva a la lectura, a un integrante promedio de un segmento de la sociedad en esta región, pudiera ser un punto de partida, aunque aun así faltaría, por que en el camino a la ruta postrera, existen desviaciones e imponderables.
Alguien emocionado por la recomendación de una lectura, -valiosa para quien dió el consejo, por haber generado un cambio en su desempeño cotidiano-, decide hacer el esfuerzo por conseguir el documento.
Resulta claro que la motivación inicial es fundamental para un buen arranque, pero no necesariamente para un buen final o para un ‘final feliz’ o ‘tradicional’, ya que por mas reconocimiento unánime de la obra, o por mas universal que sea, siempre está a merced de las emociones del lector.
Así que, algo que tuvo un inicio prometedor, con altas expectativas que marcaron ritmos de lecturas inusuales (medido en horas hombres, en páginas leídas) no solo vivió la natural disminución en el interés que en ocasiones, suele acompañar a la lectura, sino que prácticamente generó un rechazo.
No existen tiempos límite ni sugeridos para finalizar la lectura de un documento, cada ser determina un ritmo, de acuerdo a las posibilidades intelectuales o de horario, sin embargo, el sentido común establece que, salvo el hecho de que se cuente con una memoria privilegiada, para el lector promedio resulta más sencillo recordar y llevar el hilo de una historia cuando existe constancia.
Por que puede darse el caso de que un libro de 300 páginas, sea leído a lo largo de doce meses o incluso con lapsos de tiempo que pudieran extenderse hasta los tres años.
Pero, a pesar de las condiciones anteriores, un libro leído a medias tiene sus ventajas, en principio por que siempre es mejor tener algo que tener nada, y además unas cuantas palabras pueden ayudar a encontrar soluciones inesperadas en el lector, con las naturales consecuencias positivas: Retomar la lectura hasta llegar al fin, compartir de qué forma se reflejó lo aprendido, recomendar libros, y convertirse en lector asiduo.
Definir qué motiva a la lectura, a un integrante promedio de un segmento de la sociedad en esta región, pudiera ser un punto de partida, aunque aun así faltaría, por que en el camino a la ruta postrera, existen desviaciones e imponderables.
Alguien emocionado por la recomendación de una lectura, -valiosa para quien dió el consejo, por haber generado un cambio en su desempeño cotidiano-, decide hacer el esfuerzo por conseguir el documento.
Resulta claro que la motivación inicial es fundamental para un buen arranque, pero no necesariamente para un buen final o para un ‘final feliz’ o ‘tradicional’, ya que por mas reconocimiento unánime de la obra, o por mas universal que sea, siempre está a merced de las emociones del lector.
Así que, algo que tuvo un inicio prometedor, con altas expectativas que marcaron ritmos de lecturas inusuales (medido en horas hombres, en páginas leídas) no solo vivió la natural disminución en el interés que en ocasiones, suele acompañar a la lectura, sino que prácticamente generó un rechazo.
No existen tiempos límite ni sugeridos para finalizar la lectura de un documento, cada ser determina un ritmo, de acuerdo a las posibilidades intelectuales o de horario, sin embargo, el sentido común establece que, salvo el hecho de que se cuente con una memoria privilegiada, para el lector promedio resulta más sencillo recordar y llevar el hilo de una historia cuando existe constancia.
Por que puede darse el caso de que un libro de 300 páginas, sea leído a lo largo de doce meses o incluso con lapsos de tiempo que pudieran extenderse hasta los tres años.
Pero, a pesar de las condiciones anteriores, un libro leído a medias tiene sus ventajas, en principio por que siempre es mejor tener algo que tener nada, y además unas cuantas palabras pueden ayudar a encontrar soluciones inesperadas en el lector, con las naturales consecuencias positivas: Retomar la lectura hasta llegar al fin, compartir de qué forma se reflejó lo aprendido, recomendar libros, y convertirse en lector asiduo.
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