Necedad
Aferrarse al libro impreso como la única vía de educación y disfrute de la vida, no solo es elitista, sino hasta erróneo, por que, en primer lugar, niega la realidad y en segundo, cierra las puertas al futuro, cuya simiente comienza ya a germinar
Fue la palabra hablada, la primer herramienta que el hombre utilizó para compartir sus experiencias al resto de la comunidad; grandes maestros a lo largo de la historia, jamás plasmaron sus ideas en un libro, solo a través de diálogos, de la convivencia con aquellos dispuestos a escuchar (que Sócrates pecara de soberbio, que presumiera su enorme capacidad y que por tal motivo fuera condenado a muerte, es otro cuento; haciendo a un lado ese detalle, es recomendable leer su legado) sin embargo prevalecieron durante siglos, hasta que fueron recogidas en textos escritos mano.
Fueron los copistas, las personas especializadas en realizar la incipiente producción en masa de libros; el trabajo, claro está, era extenuante, y la producción, como es de suponerse, no era estrictamente masiva. Fue la llegada de la imprenta, quizás uno de los inventos más revolucionarios, la que provocó el primer gran brinco en la transmisión de mensajes por la vía escrita. (a propósito: recién aparecida la imprenta, resultaba sorprendente para el hombre, descubrir que de un solo ejemplar pudieran existir cientos o miles de ejemplares idénticos, ante tanta incredulidad, hubo quienes llevaron los nuevos libros a un copista para contar con su versión hecha a mano).
Para comprender mejor este fenómeno, es imperativo leer “La galaxia Gutenberg”, del canadiense Marshall McLuhan. Este texto, del llamado maestro de las ciencias de la comunicación, representa una exhaustiva revisión documental, y de observación de la vida cotidiana, sobre aspectos tan valiosos pero poco considerados, como el impacto del alfabeto en la vida del hombre.
Pocos libros como este, y el que lo precedió, “La comprensión de los medios como las extensiones del hombre” (en especial los capítulos 9: “La palabra escrita” y 18: “La palabra impresa”), representan la oportunidad de poner en claro, -para quien aun tenga dudas-, sobre la influencia real de la palabra escrita, pero principalmente, cual es el porvenir. Escritos a principios de la década de los 60, ambos libros, daban como un hecho, el fortalecimiento de la era electrónica, y la revaloración de la cultura oral, en la transmisión de mensajes; algo que se cumple hoy en día, aunque existan quienes prefieran cerrar ojos y tapar oídos.
“Y hoy, en la era electrónica, podemos comprender por qué habrá una disminución en las especiales cualidades de la cultura de la imprenta y un renacimiento de los valores orales y auditivos en la organización verbal…..La organización verbal, sea en la pagina o en el habla, puede tener una tendencia visual…”
Pero no es necesario ser un experto, para descubrir que los patrones de lectura han sido modificados; la influencia televisiva, radiofónica y el Internet, es tan enorme, que luchar en contra, resultaría en vano, y los triunfos, cuando los hay, son pírricos, o con mas pérdidas que ganancias.
Si partimos de la esencia que ha buscado transmitir este espacio (la lectura como una de las tantas herramientas, con las que cuenta el hombre para su desarrollo íntegro), debemos reconocer entonces, que ante la realidad, aferrarse a sostener el libro impreso como un objeto de culto, resulta dañino, por que bloquea el surgimiento y fortalecimiento de nuevas y diversas opciones.
Citado por McLuhan, un extracto del prefacio del libro “The singer of tales” (por cierto, consiente de la realidad, Harvard ofrece en su pagina web esta obra de Albert B. Lord, en su versión impresa, acompañada de un disco compacto y un videocasete para complementar su lectura) deja en claro la preocupación por algo que parece hoy, más una necedad de quienes caen en pánico moral por la falta de lectores, que una virtud: “Vivimos en unos tiempos en que la capacidad de leer se ha hecho tan general que difícilmente puede invocarse como un criterio estético. La palabra, hablada o cantada, junto a la imagen visual del locutor o cantor, ha venido recuperando su dominio, gracias a la ingeniería eléctrica. Una cultura basada en el libro impreso, que ha prevalecido desde el Renacimiento hasta hace poco, nos ha legado –además de inconmensurables riquezas- esnobismos que deberíamos dejar de lado”.
Ahora cualquier persona con acceso a internet, puede ingresar en google.com, la frase “free books on line”, y descubrir una gran variedad de sitios que ofrecen libros gratis para leerse desde la pantalla, en los idiomas más populares (español incluido), eso, siempre y cuando que el interés del cibernauta sea la lectura de grandes obras de la literatura universal, por que para aprender a vivir en plenitud, es necesario recorrer varios caminos y utilizar diversas herramientas.
Fue la palabra hablada, la primer herramienta que el hombre utilizó para compartir sus experiencias al resto de la comunidad; grandes maestros a lo largo de la historia, jamás plasmaron sus ideas en un libro, solo a través de diálogos, de la convivencia con aquellos dispuestos a escuchar (que Sócrates pecara de soberbio, que presumiera su enorme capacidad y que por tal motivo fuera condenado a muerte, es otro cuento; haciendo a un lado ese detalle, es recomendable leer su legado) sin embargo prevalecieron durante siglos, hasta que fueron recogidas en textos escritos mano.
Fueron los copistas, las personas especializadas en realizar la incipiente producción en masa de libros; el trabajo, claro está, era extenuante, y la producción, como es de suponerse, no era estrictamente masiva. Fue la llegada de la imprenta, quizás uno de los inventos más revolucionarios, la que provocó el primer gran brinco en la transmisión de mensajes por la vía escrita. (a propósito: recién aparecida la imprenta, resultaba sorprendente para el hombre, descubrir que de un solo ejemplar pudieran existir cientos o miles de ejemplares idénticos, ante tanta incredulidad, hubo quienes llevaron los nuevos libros a un copista para contar con su versión hecha a mano).
Para comprender mejor este fenómeno, es imperativo leer “La galaxia Gutenberg”, del canadiense Marshall McLuhan. Este texto, del llamado maestro de las ciencias de la comunicación, representa una exhaustiva revisión documental, y de observación de la vida cotidiana, sobre aspectos tan valiosos pero poco considerados, como el impacto del alfabeto en la vida del hombre.
Pocos libros como este, y el que lo precedió, “La comprensión de los medios como las extensiones del hombre” (en especial los capítulos 9: “La palabra escrita” y 18: “La palabra impresa”), representan la oportunidad de poner en claro, -para quien aun tenga dudas-, sobre la influencia real de la palabra escrita, pero principalmente, cual es el porvenir. Escritos a principios de la década de los 60, ambos libros, daban como un hecho, el fortalecimiento de la era electrónica, y la revaloración de la cultura oral, en la transmisión de mensajes; algo que se cumple hoy en día, aunque existan quienes prefieran cerrar ojos y tapar oídos.
“Y hoy, en la era electrónica, podemos comprender por qué habrá una disminución en las especiales cualidades de la cultura de la imprenta y un renacimiento de los valores orales y auditivos en la organización verbal…..La organización verbal, sea en la pagina o en el habla, puede tener una tendencia visual…”
Pero no es necesario ser un experto, para descubrir que los patrones de lectura han sido modificados; la influencia televisiva, radiofónica y el Internet, es tan enorme, que luchar en contra, resultaría en vano, y los triunfos, cuando los hay, son pírricos, o con mas pérdidas que ganancias.
Si partimos de la esencia que ha buscado transmitir este espacio (la lectura como una de las tantas herramientas, con las que cuenta el hombre para su desarrollo íntegro), debemos reconocer entonces, que ante la realidad, aferrarse a sostener el libro impreso como un objeto de culto, resulta dañino, por que bloquea el surgimiento y fortalecimiento de nuevas y diversas opciones.
Citado por McLuhan, un extracto del prefacio del libro “The singer of tales” (por cierto, consiente de la realidad, Harvard ofrece en su pagina web esta obra de Albert B. Lord, en su versión impresa, acompañada de un disco compacto y un videocasete para complementar su lectura) deja en claro la preocupación por algo que parece hoy, más una necedad de quienes caen en pánico moral por la falta de lectores, que una virtud: “Vivimos en unos tiempos en que la capacidad de leer se ha hecho tan general que difícilmente puede invocarse como un criterio estético. La palabra, hablada o cantada, junto a la imagen visual del locutor o cantor, ha venido recuperando su dominio, gracias a la ingeniería eléctrica. Una cultura basada en el libro impreso, que ha prevalecido desde el Renacimiento hasta hace poco, nos ha legado –además de inconmensurables riquezas- esnobismos que deberíamos dejar de lado”.
Ahora cualquier persona con acceso a internet, puede ingresar en google.com, la frase “free books on line”, y descubrir una gran variedad de sitios que ofrecen libros gratis para leerse desde la pantalla, en los idiomas más populares (español incluido), eso, siempre y cuando que el interés del cibernauta sea la lectura de grandes obras de la literatura universal, por que para aprender a vivir en plenitud, es necesario recorrer varios caminos y utilizar diversas herramientas.
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