miércoles, noviembre 08, 2006

En busca de los ‘cómos’

Un libro sin leer, un producto inerte, puede llegar a convertirse en un maestro dispuesto a compartir sus conocimientos, o hasta en un amigo, todo eso, de manera exprés

El problema comienza cuando llegamos a los ‘cómos’, por que el material, aunque sin savia, invariablemente permanecerá dispuesto, y la decisión de darle vida, siempre será unilateral, lo mismo que el rechazo. Ya lo dijo Tomás Eloy Martínez en su novela ‘El vuelo de la reina’ (Alfaguara 2002, p. 17): ‘Las ideas fijas son, en verdad, el libro…El mundo sería nada sin las ideas que siguen en pie, obstinadas, sobreviviendo a todas las adversidades’.

Pero, otra cosa es lo que ocurre en el caso de que se desee buscar el apoyo y la orientación de alguien que sepa más sobre alguna materia, ya que se corren enormes riesgos: desde el ser ignorado, o hasta que el maestro no sea tal, es decir, carezca de paciencia monacal y de vocación para compartir lo sabido, en un lenguaje adecuado y en conceptos totalmente terrenales. Respecto a los amigos, nuestro inherente egoísmo, impide, en ocasiones, que las relaciones sean recíprocas, completas y satisfactorias para ambos bandos.

Y claro, un libro puede ser amigo, profesor o hasta simple compañía, siempre y cuando se haga el esfuerzo de tomarlo (no existe ni siquiera necesidad de gastar dinero, por que puede ser prestado), leerlo, reflexionar.

La clave primordial, está mucho más allá de lo compartido hasta estas líneas, algo entendido por muchos: que la lectura es bondadosa, pero que se requiere de energías adicionales. El asunto que ha sido explorado aunque no con resultados alentadores, es el cómo transformar todos esos buenos sentimientos, en elementos motivadores, que orillen a alguien a dar el primer sorbo, aunque le sepa amargo, le haga caras, pero al final, entienda que es parte de la integración de su ser.

La mayoría de los estudios y las reflexiones sobre motivación de lectura, se brincan un paso de suma trascendencia: lo que ocurre en el espacio de tiempo en que un no lector ya sea que: a) se convierta en lector, b) permanezca en su estado original, sin modificación alguna en su operación cotidiana ó c) retroceda (llegue a aborrecer la lectura).

Cuando alguien sin disciplina lectoral, digamos que por obligación, por gusto propio (‘compró’ la idea de las bondades de la lectura sobre ‘maestros y amigos’), o hasta por simple ocio, toma un libro, vive un proceso que merece especial atención.

Porque los factores sociales que nos rodean, además de múltiples, claro está, tienen cierta tendencia hacia la eliminación de todo proceso de reflexión (básicamente algunos contenidos de los medios electrónicos y cibernéticos), punto principal para que las ‘recetas’ sobre cómo leer un libro, realmente funcionen.

Luego entonces, las tentaciones y los caminos para abandonar la lectura tienen las de ganar, sobre todo si las recetas, o los programas motivadores se expresan en palabras ‘bellas’ pero ineficaces, distantes del sentir del destinatario.

Un no lector que intenta probar las ‘mieles del saber’ a través de un libro, tiene ‘n’ posibilidades de hacerlo a un lado, superiores a las de convertirse en un consumidor consuetudinario (que no ‘lector de alto rendimiento’).

De muy poco serviría recomendar ‘La señora de los sueños’ de Sara Sefchovich (Alfaguara 2001), como una obra ideal para comenzar con la aventura de leer (‘aprendí a leer y mi soledad encontró compañía, el silencio se pobló de voces, el vacío se llenó de fantasías’, p. 377, dijo la protagonista de la historia a su sicoanalista), si se desconoce otros elementos complementarios, para que una sugerencia tenga los resultados esperados.

Ahora que, como buenos deseos, eso está bien y aplica en unos casos, sin embargo, existe la sospecha comprobada empíricamente de manera preliminar, de que algún miembro de uno de los varios subgrupos de no lectores, aquellos que traen una semilla sin germinar, y que por lo general rondan los círculos ‘culturales’, tienen altas posibilidades de convertirse en lectores gracias a comentarios sobre libros, pero, y qué con el resto, que son la mayoría.

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