martes, mayo 08, 2007

Una pesada carga

La razón por la que alguien decide no leer un libro, no es debido a los cientos de páginas, o a causa de las muchas letras y pocos dibujos, sino como resultado de la carga inmaterial originada por los promotores, que lo han convertido en algo inalcanzable y poco interesante.

En el ánimo de ayudar en la promoción, el inexperto promotor (por más erudito que sea), termina por incrementar el número de lectores potenciales, que caen en las redes extendidas de cualquier entretención, pero menos en la que ellos buscaban.

Y es que algo simple como una historia envuelta en papel, la van convirtiendo -hasta eso que con buena intención- en un documento tan ajeno al sentir de un prójimo común y corriente, que tiene como resultado el rechazo, por considerarlo un elemento extraño, y, por si fuera poco, un latente originador de problemas.

Al recorrer un centro comercial, es posible toparse con señoras sentadas en bancas, absortas en las páginas de las novelas de ‘Bianca’, las cuales, dicho sea de paso, están integradas por sólo texto y ninguna ilustración: ‘Bianca ofrece fantasías modernas. Sus heroínas son mujeres independientes que no temen tomar la iniciativa y sus héroes son el tipo de hombre que gustaría a cualquier mujer. La relación entre estos dos personajes está siempre envuelta en el romance, con escenas de amor explícitas’, revela el sitio de internet, de la empresa editora de esos relatos, entre los cuales se encuentra también ‘Jazmín’, ‘Julia’, ‘Deseo’.

Lo anterior, viene a romper con la falsa creencia de que el posible lector, prefiere lo visual como apoyo en el proceso de lectura.

En el mismo centro comercial, en una plaza, en un autobús, o en general, en cualquier sitio, los escasos lectores (comparados, por supuesto, con el resto de la población que se encuentra en el mismo sitio, y al mismo tiempo, que los sujetos en mención) tienen en sus manos todo tipo de textos, a excepción de esos que tanto añoran los cultos soñadores: bella literatura.

Pocos o muchos lectores, eso es lo de menos en estos momentos, la clave aquí para los promotores, es aceptar que la estrategia de ensalzar lo que sin duda tiene un enorme valor sociocultural (nadie cuestiona el aporte de la literatura en algunos campos), lejos de ayudar termina por espantar.

Una novela aceptada por los círculos literarios, contiene los mismos elementos, la misma trama o argumento (aunque distinta forma de redacción, lo cual abre la posibilidad para otra pista) que un relato poco serio en términos de reconocimiento público.

Solo que la novela ‘culta’ lleva sobre sí un pesado lastre creado por lectores a lo largo de generaciones, quienes le han otorgado diversos atributos mas allá de lo que un simple manojo de papel con letras impresas pueda tener. Una novela ‘intelectual’ es -según sus adoradores-, liberadora de mentes, promotora de la imaginación, fuente de sabiduría, profesora de idiomas, historiadora, nana, amante, amiga, y quién sabe cuántas cosas más.

Pero el lector potencial no busca eso (por lo menos la mayoría de las personas que no son consumidores de literatura) o no de forma tan evidente. Pareciera ser que cuando alguien decide emprender la labor de leer, toma lo que lo haga sentir más tranquilo y menos ofendido –para que en caso de que la lectura resulte aburrida y decida abandonarla, no exista cargo de conciencia-, y una ‘bella obra’ es justamente todo lo contrario.

El problema pues, llega por el lado de la mitificación del libro, sobre todo cuando se descubren casos de personas que, desconocedoras de la trayectoria de un autor, de su obra, y de las presuntas bondades que el documento posee, lo leen y lo disfrutan.

El punto 9 del ‘Decálogo de la promoción eficaz’, plantea lo siguiente:
9) Desmitificar al libro, su contenido y al autor: No hay algo que complique más el acercamiento entre dos entes, como la falta de empatía; un libro es sólo un trozo de papel con tinta, el contenido vale en la medida que sea descifrado por el lector, y el resultado no siempre coincide con lo que el escritor quiso decir; el autor, por su parte, es un simple ser humano que encontró, en compartir experiencias, su forma de vida, pero hasta ahí. http://victormartinezceniceros.blogspot.com/2007/04/el-declogo-de-la-promocin-eficaz.html

Los caminos para posibles soluciones sobre este intrincado tema, son menos complicados de lo que parece; hace falta una buena dosis de voluntad, pero también de apertura, de arrojo, y un poco de ingenio.

sábado, mayo 05, 2007

La otra feria del libro

Es grandioso escribir textos progresistas y revolucionarios, aunque las aportaciones jamás se lleven a la práctica; eso no importa, por que lo verdaderamente valioso es mostrar el poder y la influencia de los conocimientos acumulados.

Para el fundador de la ‘feria del libro ambulante’ en Mexicali, fue más sencillo poner en funcionamiento sus sueños que teorizar sobre ellos. No cualquiera tiene el valor civil de utilizar su vehículo como estante motorizado y muchos menos hacer a un lado la fina y elegante verborrea, los sueños de grandeza empresarial y cambiarlos por ‘utopías’ tangibles y medibles.

Con cierta frecuencia, este personaje, subestimado por las cultas huestes, recorre los centros educativos, y literalmente, tapiza de pe a pa su unidad, con libros que seguramente ya consumió, o con muchos otros que le hacen llegar las decenas de clientes satisfechos, que vieron cómo lo irreal comienza a tomar forma, cuando se tiene la decisión de implementar una idea.

El asunto es simple: aunque no muy popular, su feria del libro o su venta ambulante de libros, resuelve diversos tipos de problemáticas, desde la interna, que en ocasiones suele acompañar al lector consciente (¿qué hago con el libro que ya leí?, ¿de qué me sirve tanto papel acumulado?), hasta la comercial (puede convertirse en un negocio redondo, de esos que dejan ganancias –sin que eso le quite el sueño o sea su principal motivación- y brindar un sentido beneficio al prójimo), por que los gastos de operación son mínimos: combustible para el traslado, mantenimiento al vehículo, y una buena sombra para guarecerse del sol.

Eso además, representa una opción accesible en costos para el consumidor: libros verdaderamente baratos, y casi a la mano, sin necesidad de recorrer grandes distancias: el libro a la puerta de tu escuela.

El problema con las ferias del libro, en su formato más popularizado, es que su diseño no resulta tan eficaz, si lo que realmente se busca es que un ser sin libro, se haga de uno, lo lea, lo llegue a disfrutar, y le encuentre una repercusión en la vida diaria. Los gastos pueden ser tan enormes, comparados con las ganancias (en pesos, centavos, pero sobre todo en nuevos lectores o en el fortalecimiento de los ya existentes) que su continuidad se explica solo por el lado del prestigio cultural que pueda brindar a los organizadores.

(Para mayor referencia sobre el tema, revisar los textos ‘El reto de la feria’ y ‘El éxito de la feria’, en http://victormartinezceniceros.blogspot.com/2007_02_01_archive.html)

En el mundo del prestigio resultante de tener mucho dinero, las comprobadas acciones que sí ofrecen resultados, son relegadas por los promotores del desarrollo económico y por los promotores oficiales y oficiosos de la lectura. Son el típico caso de las ‘walmarts’ contra los abarrotes, solo que en este caso, las enormes estructuras burocráticas difícilmente compiten con los changarritos, solo ganan en apariencia física (instalaciones suntuosas), pero pierden en cercanía y contacto con el publico: El changarrero sabe el valor de lo que tiene y por eso sabe cómo venderlo; los libreros venden libros de la misma forma que si fueran paletas.

Lo atractivo y arrojado, sería que un autor realmente necesitado de lectores y no de reconocimiento, se acercara al librero ambulante y ofreciera el producto de su esfuerzo intelectual, a costos bajos, o bien, promover el surgimiento –espontáneo o no- de más de estos emprendedores. Lo triste sería que eso, que surgió como algo natural, terminara convertido en una típica feria del libro pero ahora en versión automovilística, patrocinada por una agencia de carros nuevos…

jueves, abril 26, 2007

Tres formas de ver al libro

Una simple observación de patrones del comportamiento, permite definir la existencia de temperamentos predeterminados para algunas actividades socioculturales, y ante esos casos, ni la más avezada estrategia de promoción, podrá hacer cambiar de parecer a un porfiado individuo, para bien o para mal.

En el caso de la lectura, es posible ubicar a quienes tienen algo que parece ser una preferencia natural para esa práctica; con ellos no hay tanto problema, por que suelen rendirse fácilmente ante las estrategias tradicionales de promoción; pero puede darse el caso de que ni siquiera esos esfuerzos, lleguen a todos los que están en espera de algo, sin darse cuenta.

Lo complicado aparece con quienes no forman parte de este conglomerado, sobre todo cuando ni la más bien intencionada de las ideas parece tener eco, o con aquellos con nula tradición lectoral, pero que deciden dar el brinco por causas inesperadas, como un repentino amor a la escuela, producto de un proceso de maduración bien dirigido.

1) Es posible descubrir el caso de una niña de digamos, 7 años, hija de padres que jamás se toparon con un libro -como lo mandan los cánones ‘cultos’-, tomar uno, y leerlo con avidez en la primera oportunidad luego que alguien ajeno a su entorno, le puso uno en las manos. Este hecho puede sorprender a los mismos familiares, agotados de buscar respuestas al crónico aburrimiento de la infanta, resultado de verse recluida, por seguridad, al entorno laboral de sus tutores.

Ahí no hay tanto problema con las estrategias de promoción, el conflicto radica en que el destinatario es el equivocado: aunque los padres manden y tengan el control, no entenderán el mensaje de la lectura tal y como se encuentra planteado actualmente.

2) Una adolescente poco disciplinada, se ve obligada a elaborar reportes para la materia de Lectura y Redacción en nivel preparatoria, pide recomendaciones de libros, obtiene algunos, pero solo para dormir el sueño de los justos; una prometedora aventura literaria, jamás podrá competir con la inmediatez del resto de los medios de consumo populares, mucho menos las estrategias de lectura.

3) Un post adolescente o pre adulto universitario, al igual que los ejemplos anteriores, con escasa tradición de libros en ambientes formales como la escuela, o informales como el entorno hogareño, o el plano amistoso, encuentra en las clases, el futuro que anhela y por lo tanto está dispuesto a todo lo que encuentre legal y permitido, por más infumable que le haya parecido en el pasado.

Por eso, escucha con atención las recomendaciones de los maestros, anota todo lo que puede y decide probar tímidamente con algunas lecturas, que presiente, la llevarán a buen puerto.

El proceso de construcción de una sociedad armónica, atraviesa por la formación de individuos plenos, pero se requiere de disposición entre los protagonistas, o de facilitar los caminos para el descubrimiento de potenciales en cualquier rama de la vida, sin forzar situaciones; el camino de la lectura es bueno pero insuficiente, a menos, claro, que se decidan explorar nuevos horizontes.

jueves, abril 12, 2007

El decálogo de la promoción eficaz

Con el ánimo de darle vida a ese objeto inerte llamado libro, se han emprendido incontables acciones extrañas, contradictorias y carentes del sentido común que rodea al ciudadano promedio.

Según el organismo gubernamental rector de la cultura en Baja California, el 23 de abril fue escogido ‘para rendir un homenaje mundial al libro y sus autores y alentar a todos, en particular a los más jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y respetar la irremplazable contribución de los creadores al progreso social y cultural’.

Y como seguramente ocurrirá en todo el mundo, en la entidad habrá, además de libros baratísimos (si no, cuál sería el chiste), festivales artísticos, música, lecturas en voz alta y un sinfín de actividades diseñadas exclusivamente para despertar una pasión enfermiza por hacerse de un libro, leerlo, disfrutarlo, comprenderlo y encontrarle alguna aplicación práctica en la vida cotidiana.

Pero muy a pesar de esos esfuerzos dignos de una alabanza encarecida, el objeto inerte sigue ineficaz e incapaz de reaccionar, o por lo menos eso es el sentir de una enorme cantidad de seres humanos en este país, quienes según la Encuesta Nacional de Lectura 2006, en su capítulo II y en las conclusiones, ven en la lectura un camino para ‘ser culto’ y por ende, para desligarse de todo lo que huela a libro.

El camino a explorar para la cabal comprensión del fenómeno de la lectura y su eficaz promoción, atraviesa por senderos ofensivos para aquellos que poseen un fino gusto literario, pero a final de cuentas, debe de ser considerado, si lo que se desea en verdad, es que el grueso de la sociedad, corra tras los libros.

Un decálogo para la promoción eficaz incluye lo siguiente:

1) Reconsiderar el papel de la lectura: Todo ser humano que más allá de la escuela, jamás ha tomado un libro, obtiene lo necesario de muy variadas y diversas fuentes. El término leer, no debería estar ligado directamente a un libro y más especifico, a un ejemplar de bella literatura; se puede y se debe leer la vida, un periódico, una revista o cualquier elemento útil.

Es más, tal vez sea tiempo de aceptar, que la lectura como la entendemos actualmente, no sea tan necesaria, y entonces debamos de fortalecer otras herramientas.

2) Plantear si vale la pena aferrarse al libro: El disfrute de la vida, le llega al hombre tras un proceso de reflexión posterior a observar la naturaleza, cuando dialoga con quienes más saben, cuando escucha atento a aquel que está dispuesto a enseñar, y en ese estante no necesariamente cabe un libro. Un promotor ordinario de lectura, puede redargüir, destacando que un excelente ser humano, puede ser aun mejor, tras la lectura de una obra excelsa, pero eso debería quedar como una opción más, no como la única.

3) Cómo aprende de la vida el que no lee: Un obstinado 'no lector' puede ser tan sabio (y no erudito) como el mejor filólogo; a vivir la vida se aprende viviéndola y no teorizándola y mucho menos presumiéndola, si se entendiera eso, entonces difícilmente nos sorprenderíamos del útil consejo de un paletero, o de la capacidad de un recoje-escombros para establecer relaciones públicas.

4) Analizar y discutir, si los esquemas seguidos desde mediados del siglo pasado, para la promoción de la lectura, han sido los ideales: Si a pesar de los tres puntos anteriores, sigue el empeño en el libro, lo conducente sería encontrar una serie de parámetros reales, para determinar el éxito de una campaña promotora, los cuales tendrían que medir:

Cantidad de lectores en la ciudad, de no lectores, nuevos lectores adheridos tras una estrategia determinada.

5) Definir público meta: En teoría, toda persona con la habilidad de lectoescritura debería de ser integrante del público meta, sin embargo la realidad no aplica así, luego entonces valdría la pena segmentar bien a los diversos tipos de públicos y actuar de acuerdo a esos resultados; así se evitarían los costosos ‘palos de ciego’ que producen las instituciones de gobierno.

6) Conocerlo: Parece simple, pero el principal causante del fracaso en una estrategia, deriva de no conocer a detalle a aquel a quien se dirigen los esfuerzos. En el caso de la promoción de lectura, existe una enorme brecha entre los diseñadores de planes de trabajo y el destinatario. Cómo piensa, qué siente, gustos, disgustos, expectativas, eso y mucho más debe conocerse, pero principalmente, respetarse; uno de los crasos errores del promotor de lectura, es desear cambiar en su prójimo la forma de entender la vida.

7) Definir estrategias de promoción: Una vez determinado el público, y contando con un amplio conocimiento sociodemográfico, las estrategias resultantes, serán eficaces sin importar si se parecen a las actuales, o son del agrado de las élites cultas.

8) Qué hacer con quienes ven al libro como objeto de culto: De las primeras cosas que saltan tras una labor de revisión documental sobre el tema, es el problema originado por el individuo que tiene al libro como el restaurador de almas dañadas. Si bien no representa la mayoría, actúa como si lo fuera; las políticas oficiales sobre cultura, giran en torno a esa forma de pensar, por eso los resultados no han sido los mejores.

9) Desmitificar al libro, su contenido y al autor: No hay algo que complique más el acercamiento entre dos entes, como la falta de empatía; un libro es sólo un trozo de papel con tinta, el contenido vale en la medida que sea descifrado por el lector, y resultado no siempre coincide con lo que el escritor quiso decir; el autor, por su parte, es un simple ser humano que encontró, en compartir experiencias, su forma de vida, pero hasta ahí.

10) Fortalecer otras formas de acceso al conocimiento y disfrute de la vida: Si en verdad le importa la masa, un escritor reconocido y quienes deseen emularlo, debería publicar novelas en diarios, anécdotas en un blog, elaborar guiones para la televisión comercial, en resumen: Involucrarse en aquello que le interesa a la mayoría.

Por otro lado, la observación de la naturaleza, aprender escuchando, preguntando y experimentando, debería de tener el mismo reconocimiento social.

Este decálogo, es un punto de arranque para fortalecer la discusión sobre un tema demasiado abordado, aunque de manera errónea.

jueves, marzo 29, 2007

Buenas intenciones no bastan

Resulta complicado que alguien pueda modificar su manera de entender algo, sobre todo cuando por convicción o conveniencia, lleva mucho tiempo en esa creencia.

El problema se agrava al desconocerse la existencia de otras opciones, o peor aun, cuando, conociéndolas o sospechando de ellas, se cierra los ojos.

Los investigadores en el ámbito de la lectura, en contubernio con los promotores oficiales y oficiosos, se afanan en la lucha por teorizar, primero, y luego cambiar las creencias de los otros, sin intentar siquiera, hacer algo distinto con las suyas.

Emilia Ferreiro, durante el I Encuentro de Promotores de la Lectura, en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, colocó el dedo en donde más debe de dolerle a ciertos personajes: ‘Es evidente que estamos promoviendo una interacción entre lectura y escritura que no es habitual en el pensamiento de los promotores de la lectura…

‘Ser “promotor de lectura” es una posición peligrosa… por que se presta a la autocomplacencia… Cuando se promueven actividades que, de por si y por si mismas son consideradas “mas allá de toda sospecha”, se genera inevitablemente un espacio para la autocomplacencia; quiero decir, para que las intenciones justifiquen las acciones… la promoción de la lectura requiere respuestas innovadoras, identificación de nuevas profesiones con las cuales asociarnos, uso de las nuevas tecnologías’ (‘Nuevas lecturas, nuevos lectores’, http://www.fil.com.mx/)

La clave a entender es, si se ha sido capaz de conocer a la perfección al lector potencial para lograr una promoción eficaz, porque una cosa son los demasiados estudios sobre la materia, y otra distinta es el resultado de todos esos buenos deseos empaquetados en forma de libro, reportes científicos, encuestas.

Al igual que las múltiples reflexiones basadas en estudios sobre la materia, Guadalupe Chávez Méndez, también se cuestiona, ‘¿cómo generar en el ser humano una conciencia reflexiva que le permita clarificar sus criterios de elección y selección literaria?’, (La lectura masiva en México: Apuntes y reflexiones sobre la situación que representa esta práctica social. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, # 021).

Como una actividad ‘empíricamente observable’ –según el promotor francés Michel Peroni-, la lectura tiene preguntas y respuestas más simples y terrenales (‘La vida enseña siempre más que el Extraño Camino de Santiago, pero no tenemos mucha fe en las enseñanzas de la vida’, escribió Paulo Coehlo, en ‘El Peregrino’, Grijalbo 2005); una de ellas puede ser, plantear el valor real de dicha práctica tal y como la entendemos hoy en día, ante la consolidación de la era digital.

‘Los alumnos deben crecer educados en la multiplicidad de los soportes y modalidades de la información, y eso les va a servir mucho en un medio (como el digital), extremadamente variado y flexible’, expone José Antonio Millán, en ‘La lectura y la sociedad del conocimiento’.

O ir mas lejos todavía: valdría la pena cuestionar si esta lucha (la promoción de la lectura, como se entiende en la actualidad en el ámbito 'culto') tiene posibilidades de salir victoriosa, basándose en las herramientas y las estrategias implementadas.

Al interpretar algunos datos de la Encuesta Nacional de Lectura 2006, Gerardo Ochoa Sandy, establece que casi el 80% de los entrevistados no les gusta leer (‘Leer en Mexico’, revista ‘Este Pais’, marzo 2007). Lo sorprendente de todo esto no son las revelaciones, por que esas surgen de cada estudio, reflexión, trabajo académico o de una simple opinión carente de sustento documental, sino que ante este hecho, las cosas sigan por el mismo camino de los buenos deseos.

Tal vez, de forma inconsciente, algunos personajes involucrados en el mundo académico-cultural, trabajan para que las condiciones sigan igual, de otra manera, las respuestas actuales salen de toda lógica de la vida cotidiana.

miércoles, marzo 21, 2007

El origen

En la porfiada y poco eficaz tarea de promover la lectura en la masa, resulta inexplicable la aplicación de acciones sin mucho futuro:

Entrega de libros a usuarios del servicio de transporte colectivo, formar libro-clubes en parques y colonias, e intercambiar títulos en tianguis callejeros, son algunas de las actividades que busca retomar la secretaría de cultura del Distrito Federal, en la capital de México, con la ilusa idea de que en "algunos años realmente se puede pensar en que vamos a cambiar la forma de leer en nuestro país".

Y no es que esas estrategias sean torcidas o fuera de la regla, al contrario, son bien intencionadas pero sin mucho sustento documental sociodemográfico, del comportamiento del público meta.

La falla en la consolidación de esta noble labor a lo largo de los años, tiene como origen, la incompatibilidad de mundos entre promotor, investigador, ‘lector de alto rendimiento’ y el grupo de seres a quienes se pretende convencer.

De acuerdo a los 'estándares culturales', para convertirse en un lector hay que seguir dos caminos, a) Haber nacido prácticamente con un libro en la mano, ser hijo de lectores asiduos, y tener una condición de salud sumamente precaria (de preferencia en la infancia), como para permanecer derribado en una cama con el único deseo de devorar textos ‘bellos’; b) Ser contagiado por alguna de las múltiples ofertas dirigidas por las oficinas gubernamentales, o bien, por la desinteresada labor de los promotores oficiosos. También, dentro de ese grupo de lectores, es posible acomodar a quienes, sin siquiera tener disciplina lectora (algunos investigadores, y profesores universitarios), actúan como si así fuera, por lo tanto, para efectos de lo que aquí se aborda, cuentan como lectores.

Pues bien, ese grupo, no tan enorme (ante la falta de cifras sobre lectores, es imposible determinar con exactitud su tamaño) es el que norma los criterios de lo que debe de hacerse, si lo que se persigue es contagiar de amor a los libros, a millones de seres en cualquier lugar del planeta.

Un conflicto más serio que la incompatibilidad de mundos, es su falta de deseo por involucrarse en el laberinto mental del prójimo, de aquel a quien piensan mejorar. A los lectores formales y sedicentes, les cuesta trabajo aceptar la realidad y quisieran que el resto, pensara como ellos.

Eso por un lado, y por el otro, la presión social de ese conjunto de seres reunidos en una fraternidad mal entendida, impide el surgimiento de propuestas valientes y avezadas, motivo por el cual, en la mayoría de los trabajos de investigación y de reflexión sobre el tema, se puede leer más de lo mismo, mezclado con tímidas sugerencias o cuestionamientos hacia lo que representa un estorbo, eso, en el caso de que el autor muestre una válida inquietud por aportar algo, ya que de lo contrario, se sigue por el mismo camino tan lleno de baches de tanto recorrerlo.

Duele descubrir en el prometedor reporte de una investigación, bajo un título sugerente, un contenido que da indicios de aportaciones distintas, cercanas a la realidad que la mayoría palpamos, para luego, sin remedio alguno, caer en el mismo juego de palabras infalibles: la lectura fortalece, es bella, ayuda a descubrir mundos, te lleva de la mano a universos inexplorados…

Teresa Colomer, en su ponencia ‘¿Quién promociona la lectura?’, leída en el I encuentro de promotores, dentro de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, en el 2003, confirma el origen de ese vicio increíblemente repetido hasta nuestra época: Promocionar la lectura de forma elitista.

En la segunda mitad del siglo XX, ‘por primera vez en la historia, unos profesionales al servicio de la lectura tuvieron que inventar prácticas de promoción que atrajeran a los ciudadanos a sus establecimientos. Recurrieron entonces a aquellas actividades que parecían haber funcionado durante siglos en el seno de las familias ilustradas, tales como recomendarse libros o narrar cuentos’.

No es malo –por supuesto- haber comenzado a trabajar de esa forma, lo malo es persistir en la conducta, a pesar de los resultados poco alentadores. Las opciones ‘cultas’ son bastante útiles para impresionar, justificar presupuestos, permanencia de personas, o hasta departamentos completos con todo y colaboradores, pero con poca capacidad para brindar resultados óptimos, fácilmente medibles en la cantidad de libros adquiridos (que no necesariamente leídos).

Tres investigadores venezolanos, en sus ‘Consideraciones pedagógicas para la promoción de la lectura, dentro y fuera de la escuela’, sugieren que debe incluirse como parte del mecanismo para la selección de textos destinados a una biblioteca, ‘estudios sobre los intereses, gustos y necesidades de los estudiantes, así como estadísticas de consulta y sondeos de opinión’ (página 214, Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales. Mérida, Venezuela, 2005)

Va a ser complicado que los beneficios del conocimiento adquirido vía libros o cualquier otro medio, pueda fluir hacia quien debe de ser, mientras se persista en esas conductas, y mientras las acciones las establezcan unos cuantos, que no conocen, ni quieren conocer, cómo piensan, sienten y viven, unos muchos.

jueves, marzo 01, 2007

Lo que provoca el 'buen gusto'

Alguien sin tradición lectoral, no se fija mucho en la correcta utilización de las reglas gramaticales, ni en cómo se acomodan las frases para que parezcan ‘bellas’ y nada cursis; solo es suficiente entender el mensaje, porque lo importante es el fondo y no la forma.

Por esa razón millones de personas sucumbieron ante el poema ‘La Marioneta’: ‘Si por un instante Dios se olvidara/ de que soy una marioneta de trapo/ y me regalara un trozo de vida,/ posiblemente no diría todo lo que pienso,/ pero en definitiva pensaría todo lo que digo’… (Es posible leer el texto completo en: http://www.rompecadenas.com.ar/marquez.htm )

El texto, una creación de un ventrílocuo mexicano, fue atribuida al escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien de acuerdo a diversas fuentes localizadas vía internet, hizo tremendo berrinche: "Lo que más me puede matar es la vergüenza de que alguien crea que de verdad fui yo quien escribió una cosa tan cursi"; aunque luego, según otros sitios, la cosa llegó a un final feliz con el encuentro entre ambos personajes y la aclaracion de los malos entendidos (una anécdota sobre este hecho, con foto incluida de los personajes involucrados, puede encontrarse en: http://www.etcetera.com.mx/pag12ne69.asp )

Como suele ocurrir con el manejo de lo ‘culturalmente correcto’, fueron los menos, quienes rasgaron sus vestiduras (‘Es raro esto de las atribuciones, hay sitios y revistas literarias "serias" que han reproducido estos textos. No sé por qué pasarán estas cosas, pero pasan’, se preguntó un ingenuo editor de blogs) y los más, quienes gozaron con el texto y formaron una cadena a prueba de desmentidos.

El problema radica en el peso que suelen tener las posiciones ‘correctas’, dentro del mundo de las letras, y no tanto porque la censura a lo cursi, evite que un ‘no lector’ disfrute con algo ‘horrendo’ (que sí suele ocurrir en algunas ocasiones), sino que impide que los productores, los editores de textos e incluso los promotores de lectura, se aventuren en explorar nuevos mercados - o segmentos de mercado marginados-, a través de trabajos novedosos.

Cualquier observador de los aspectos relacionados con la lectura, entiende básicamente dos cosas: Que los hábitos y los gustos de lectura de la mayoría, incluido un ‘no lector’ o un lector en ciernes, no están de acuerdo con lo que el estándar cultural establece.

Un promotor de lectura comprometido, o un escritor en sus inicios, debe de saber (y de hecho, lo sabe) qué hacer para lograr incrementar el número de nuevos lectores, pero no lo hace, por que le queda claro que tendrá que enfrentarse a la poderosa censura de quienes defienden el ‘buen gusto’.

Esa es la razón por la que terminan por actuar como las reglas no escritas lo definen, muy a pesar de que ese proceder, solo servirá para justificar que se hace algo por mejorar el entorno, pero sin obtener resultados; de ahí el por que surjan eventos alejados del sentir del grueso de la población, de lo que un mortal ordinario esperaría: Novelas eruditas, ferias de libros, festivales artísticos elitistas.

Debe de ser doloroso para un ‘culto’, toparse con la revelación de que existe alguien incapaz de disfrutar a niveles elevados, lo que la ‘bella’ literatura es capaz de proporcionar, y más doloroso aun, descubrir que el ‘lector ordinario’, se conforma –por ejemplo- con los ‘Instantes’, poema relacionado erróneamente, con Jorge Luis Borges:

‘Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad...’

Pero ese conflicto, no solo se circunscribe a la esfera literaria, sino que permea a otros ambientes, como el mundo académico, en donde es posible toparse con trabajos redactados por un autor, que transmite estar mucho más preocupado por convencer a sus similares de que se sabe sobre lo que se escribe, que de dejar en claro la idea que pretende compartir.

Pero lo peor de todo, es que en ambas situaciones (la literaria, y la académica), el comportamiento ‘correcto’ es tan influyente, que ha definido una escuela que debe seguirse por quien pretenda ser aceptado, y es ahí, en donde terminan por afectar a millones de seres, orillados a convertirse en consumidores furtivos de ‘literatura chafa’.