Lectura y soledad
Uno puede hacer el fuchi a un libro por diversas razones, estrictamente reducidas al objeto mismo:
Una letra pequeña representa un obstáculo para alguien con problemas de la vista; un diseño de la portada poco atractivo; ubicación física errónea del libro en un estante, digamos, a un lado de comida chatarra en un mercado; el predominio de otros elementos competidores (televisión, radio, Internet, convivencia), o simplemente, la indiferencia.
Pero un detalle que brinda otra explicación, ésta, un tanto más precisa, a la falta de interés en la lectura, es el temor a la soledad, o a encontrarse de repente, de forma casi obligada, con uno mismo y sus pensamientos.
Un sondeo informal acerca de los hábitos de consumo televisivos entre jóvenes de veintitantos años, revela tres objetivos por los cuales se enciende el aparato televisor: entretenimiento, información, y compañía.
Si tomamos en cuenta que según el INEGI, el 96% de la totalidad de las viviendas en la entidad cuenta con una tele, no es complicado inferir la influencia que este medio tiene, en el desenvolvimiento de la vida cotidiana.
El ruido televisivo acompaña, pero para ser más sinceros, ayuda a evadir la realidad, puede convertirse en adictivo, y evita que seamos capaces de pensar en nuestros quehaceres.
Para enfrentarse a un libro, es necesario prestar toda la atención posible, sin distracción alguna, y ahí es cuando comienza un conflicto: Cualquier documento que uno lea, cualquier historia, nos va a remitir a una situación personal agradable o desagradable, y eso es lo que tendemos a evitar.
Solo, sin ruido, únicamente un libro y tú, son pocos pero impactantes ingredientes de un cóctel que suele activar nuestra cadena de pensamientos, y los lleva por diversas veredas, algunas de ellas, que quisiéramos olvidar. Cuando alguien novel toma un libro, y vive una situación similar, inmediatamente lo tira, y corre en busca de compañía.
A menos que exista algo o alguien que le ayude a descubrir que aunque pocos o muchos, los caminos para el mejoramiento del desempeño, atraviesan forzosamente, por el trabajo de reflexión, y que eso, solo puede hacerse de manera individual, sin la ayuda, ni la interferencia de nadie.
Una letra pequeña representa un obstáculo para alguien con problemas de la vista; un diseño de la portada poco atractivo; ubicación física errónea del libro en un estante, digamos, a un lado de comida chatarra en un mercado; el predominio de otros elementos competidores (televisión, radio, Internet, convivencia), o simplemente, la indiferencia.
Pero un detalle que brinda otra explicación, ésta, un tanto más precisa, a la falta de interés en la lectura, es el temor a la soledad, o a encontrarse de repente, de forma casi obligada, con uno mismo y sus pensamientos.
Un sondeo informal acerca de los hábitos de consumo televisivos entre jóvenes de veintitantos años, revela tres objetivos por los cuales se enciende el aparato televisor: entretenimiento, información, y compañía.
Si tomamos en cuenta que según el INEGI, el 96% de la totalidad de las viviendas en la entidad cuenta con una tele, no es complicado inferir la influencia que este medio tiene, en el desenvolvimiento de la vida cotidiana.
El ruido televisivo acompaña, pero para ser más sinceros, ayuda a evadir la realidad, puede convertirse en adictivo, y evita que seamos capaces de pensar en nuestros quehaceres.
Para enfrentarse a un libro, es necesario prestar toda la atención posible, sin distracción alguna, y ahí es cuando comienza un conflicto: Cualquier documento que uno lea, cualquier historia, nos va a remitir a una situación personal agradable o desagradable, y eso es lo que tendemos a evitar.
Solo, sin ruido, únicamente un libro y tú, son pocos pero impactantes ingredientes de un cóctel que suele activar nuestra cadena de pensamientos, y los lleva por diversas veredas, algunas de ellas, que quisiéramos olvidar. Cuando alguien novel toma un libro, y vive una situación similar, inmediatamente lo tira, y corre en busca de compañía.
A menos que exista algo o alguien que le ayude a descubrir que aunque pocos o muchos, los caminos para el mejoramiento del desempeño, atraviesan forzosamente, por el trabajo de reflexión, y que eso, solo puede hacerse de manera individual, sin la ayuda, ni la interferencia de nadie.
2 Comentarios:
Especialmente, como joven; o joven que yo era. La primera vez que tome un libro me costo bastante trabajo el poder concentrarme. Tenia en la mente tantas cosas, que, concentrarme y el poder enfocar un poco de creatividad para que mi cerebro pudiera imaginar lo que leia, me llevo mucho trabajo. El leer, es todo un proceso en el que se debe de saber muy bien que se quiere obtener, el poder leer un libro habla mucho de la persona. No precisamente por que la defina como Intelectual, pero si por que sencillamente significa que leer un libro con "calidad", es para mi una virtud, la virtud de la paciencia.
Ademas, tener la seguridad en si mismo, para no sentirse con miedos.
Hola Víctor, encontré tu blog, porque leí tu publicación en La Crónica y me parece interesante tu artículo, soy una persona que me gusta la lectura aunque sí me cuesta leer por largo tiempo, aunque me lo impongo para poder así terminar mis lecturas... Estaré al pendiente de tus posts.
Igualmente te invito a que visites mis blogs, uno de todo un poco, temas de interés y el otro, el cual es mi reto, de turismo: entra a http://www.mikehurtado.blogspot.com y http://www.travelingworldwide.blogspot.com
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