Una teoría descabellada
Una teoría descabellada (o dicho de otra manera, un conocimiento especulativo considerado como desorbitado y fuera de razón) que permita explicar las fallas y posibles respuestas en la promoción de la lectura, puede ser la siguiente:
Los ‘grandes lectores’ o ‘lectores de alto rendimiento’ (llamados así, según las reglas no escritas del código ‘cultural’, quienes han leído, o aseguran haberlo hecho, las grandes obras de la literatura universal) se convierten en promotores oficiosos de la lectura, pero no con el ánimo de apoyar en el incremento de nuevos miembros en los grupos informales de lectores, sino para, en el peor de los casos, regodearse con su conocimiento formal.
En el mejor de los casos, lo que se busca es cumplir con cuotas de personas afiliadas a clubes formales de lectores, pero sin contar con una disciplina laboral que permita dar en el blanco para convencer a otro, de que la adquisición de conocimientos, cumple con una función valiosa.
Suponiendo, sin conceder, de que el planteamiento de la presunción de conocimientos es algo totalmente irreal, producto de alucinaciones, y que en el fondo sí se busque consolidar a nuevos lectores, entonces existen aspectos que no quedan claros:
a) Las estadísticas oficiales demuestran que, en promedio, el 96.75% de la población en Baja California (de los 8 años en adelante), está en posibilidades de tomar un libro, leerlo y comprenderlo, pero los hechos exhiben, sin necesidad de contar con cifras, que el número de lectores 'cultos' es casi nulo.
b) El mensaje de los promotores oficiales y oficiosos es difuso –superabundante en palabras, pero impreciso- : No dicen cómo hacerlo, para qué sirve, cual sería la utilidad en la vida cotidiana; se pierden en el oropel, poco valor pero mucha apariencia, que tiene importancia solo entre los miembros de su comunidad.
c) Los estereotipos influyen desfavorablemente más de lo que ayudan. El lector erudito, grandilocuente en el habla, sibarita, ha sido incapaz de contagiar el gusto por tomar un libro; peor aun, existen sospechas fundadas, de que contamina los ánimos de un aspirante y elimina de raíz, la posibilidad de que el vulgo, algún día tome un libro.
La exploración de caminos para una eficaz promoción de la lectura, es un recorrido sinuoso, más no irrealizable. Es posible, que una vez hecho un arduo trabajo de investigación, resulte que la lectura no es tan valiosa para el ciudadano común, comparada con otras fuentes de conocimientos; eso explicaría el porqué muy pocos consumen libros para aprender algo novedoso y útil.
Pero entretanto, solo resta decir que el valor de la lectura no tiene una forma única de reflejarse, es tan variado, como individuos existen en el mundo.
Los ‘grandes lectores’ o ‘lectores de alto rendimiento’ (llamados así, según las reglas no escritas del código ‘cultural’, quienes han leído, o aseguran haberlo hecho, las grandes obras de la literatura universal) se convierten en promotores oficiosos de la lectura, pero no con el ánimo de apoyar en el incremento de nuevos miembros en los grupos informales de lectores, sino para, en el peor de los casos, regodearse con su conocimiento formal.
En el mejor de los casos, lo que se busca es cumplir con cuotas de personas afiliadas a clubes formales de lectores, pero sin contar con una disciplina laboral que permita dar en el blanco para convencer a otro, de que la adquisición de conocimientos, cumple con una función valiosa.
Suponiendo, sin conceder, de que el planteamiento de la presunción de conocimientos es algo totalmente irreal, producto de alucinaciones, y que en el fondo sí se busque consolidar a nuevos lectores, entonces existen aspectos que no quedan claros:
a) Las estadísticas oficiales demuestran que, en promedio, el 96.75% de la población en Baja California (de los 8 años en adelante), está en posibilidades de tomar un libro, leerlo y comprenderlo, pero los hechos exhiben, sin necesidad de contar con cifras, que el número de lectores 'cultos' es casi nulo.
b) El mensaje de los promotores oficiales y oficiosos es difuso –superabundante en palabras, pero impreciso- : No dicen cómo hacerlo, para qué sirve, cual sería la utilidad en la vida cotidiana; se pierden en el oropel, poco valor pero mucha apariencia, que tiene importancia solo entre los miembros de su comunidad.
c) Los estereotipos influyen desfavorablemente más de lo que ayudan. El lector erudito, grandilocuente en el habla, sibarita, ha sido incapaz de contagiar el gusto por tomar un libro; peor aun, existen sospechas fundadas, de que contamina los ánimos de un aspirante y elimina de raíz, la posibilidad de que el vulgo, algún día tome un libro.
La exploración de caminos para una eficaz promoción de la lectura, es un recorrido sinuoso, más no irrealizable. Es posible, que una vez hecho un arduo trabajo de investigación, resulte que la lectura no es tan valiosa para el ciudadano común, comparada con otras fuentes de conocimientos; eso explicaría el porqué muy pocos consumen libros para aprender algo novedoso y útil.
Pero entretanto, solo resta decir que el valor de la lectura no tiene una forma única de reflejarse, es tan variado, como individuos existen en el mundo.
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