Tres formas de ver al libro
Una simple observación de patrones del comportamiento, permite definir la existencia de temperamentos predeterminados para algunas actividades socioculturales, y ante esos casos, ni la más avezada estrategia de promoción, podrá hacer cambiar de parecer a un porfiado individuo, para bien o para mal.
En el caso de la lectura, es posible ubicar a quienes tienen algo que parece ser una preferencia natural para esa práctica; con ellos no hay tanto problema, por que suelen rendirse fácilmente ante las estrategias tradicionales de promoción; pero puede darse el caso de que ni siquiera esos esfuerzos, lleguen a todos los que están en espera de algo, sin darse cuenta.
Lo complicado aparece con quienes no forman parte de este conglomerado, sobre todo cuando ni la más bien intencionada de las ideas parece tener eco, o con aquellos con nula tradición lectoral, pero que deciden dar el brinco por causas inesperadas, como un repentino amor a la escuela, producto de un proceso de maduración bien dirigido.
1) Es posible descubrir el caso de una niña de digamos, 7 años, hija de padres que jamás se toparon con un libro -como lo mandan los cánones ‘cultos’-, tomar uno, y leerlo con avidez en la primera oportunidad luego que alguien ajeno a su entorno, le puso uno en las manos. Este hecho puede sorprender a los mismos familiares, agotados de buscar respuestas al crónico aburrimiento de la infanta, resultado de verse recluida, por seguridad, al entorno laboral de sus tutores.
Ahí no hay tanto problema con las estrategias de promoción, el conflicto radica en que el destinatario es el equivocado: aunque los padres manden y tengan el control, no entenderán el mensaje de la lectura tal y como se encuentra planteado actualmente.
2) Una adolescente poco disciplinada, se ve obligada a elaborar reportes para la materia de Lectura y Redacción en nivel preparatoria, pide recomendaciones de libros, obtiene algunos, pero solo para dormir el sueño de los justos; una prometedora aventura literaria, jamás podrá competir con la inmediatez del resto de los medios de consumo populares, mucho menos las estrategias de lectura.
3) Un post adolescente o pre adulto universitario, al igual que los ejemplos anteriores, con escasa tradición de libros en ambientes formales como la escuela, o informales como el entorno hogareño, o el plano amistoso, encuentra en las clases, el futuro que anhela y por lo tanto está dispuesto a todo lo que encuentre legal y permitido, por más infumable que le haya parecido en el pasado.
Por eso, escucha con atención las recomendaciones de los maestros, anota todo lo que puede y decide probar tímidamente con algunas lecturas, que presiente, la llevarán a buen puerto.
El proceso de construcción de una sociedad armónica, atraviesa por la formación de individuos plenos, pero se requiere de disposición entre los protagonistas, o de facilitar los caminos para el descubrimiento de potenciales en cualquier rama de la vida, sin forzar situaciones; el camino de la lectura es bueno pero insuficiente, a menos, claro, que se decidan explorar nuevos horizontes.
En el caso de la lectura, es posible ubicar a quienes tienen algo que parece ser una preferencia natural para esa práctica; con ellos no hay tanto problema, por que suelen rendirse fácilmente ante las estrategias tradicionales de promoción; pero puede darse el caso de que ni siquiera esos esfuerzos, lleguen a todos los que están en espera de algo, sin darse cuenta.
Lo complicado aparece con quienes no forman parte de este conglomerado, sobre todo cuando ni la más bien intencionada de las ideas parece tener eco, o con aquellos con nula tradición lectoral, pero que deciden dar el brinco por causas inesperadas, como un repentino amor a la escuela, producto de un proceso de maduración bien dirigido.
1) Es posible descubrir el caso de una niña de digamos, 7 años, hija de padres que jamás se toparon con un libro -como lo mandan los cánones ‘cultos’-, tomar uno, y leerlo con avidez en la primera oportunidad luego que alguien ajeno a su entorno, le puso uno en las manos. Este hecho puede sorprender a los mismos familiares, agotados de buscar respuestas al crónico aburrimiento de la infanta, resultado de verse recluida, por seguridad, al entorno laboral de sus tutores.
Ahí no hay tanto problema con las estrategias de promoción, el conflicto radica en que el destinatario es el equivocado: aunque los padres manden y tengan el control, no entenderán el mensaje de la lectura tal y como se encuentra planteado actualmente.
2) Una adolescente poco disciplinada, se ve obligada a elaborar reportes para la materia de Lectura y Redacción en nivel preparatoria, pide recomendaciones de libros, obtiene algunos, pero solo para dormir el sueño de los justos; una prometedora aventura literaria, jamás podrá competir con la inmediatez del resto de los medios de consumo populares, mucho menos las estrategias de lectura.
3) Un post adolescente o pre adulto universitario, al igual que los ejemplos anteriores, con escasa tradición de libros en ambientes formales como la escuela, o informales como el entorno hogareño, o el plano amistoso, encuentra en las clases, el futuro que anhela y por lo tanto está dispuesto a todo lo que encuentre legal y permitido, por más infumable que le haya parecido en el pasado.
Por eso, escucha con atención las recomendaciones de los maestros, anota todo lo que puede y decide probar tímidamente con algunas lecturas, que presiente, la llevarán a buen puerto.
El proceso de construcción de una sociedad armónica, atraviesa por la formación de individuos plenos, pero se requiere de disposición entre los protagonistas, o de facilitar los caminos para el descubrimiento de potenciales en cualquier rama de la vida, sin forzar situaciones; el camino de la lectura es bueno pero insuficiente, a menos, claro, que se decidan explorar nuevos horizontes.
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