Luchas vacuas
No resulta constructivo confundir la fiereza con la lucha. Sacar las garras, mostrar los colmillos en señal de ataque, no es útil, por que la historia marca que a final de cuentas, eso genera rechazo.
Si para algo deben servir los libros (dicho de una forma mas precisa: la lectura, análisis, reflexión y la posterior acción), es justamente para lo contrario a lo arriba expuesto: Para descubrir formas de luchar eficazmente por las causas justas.
Efectivamente, los pleitos ‘venden’ (son mediáticos, generan popularidad, suman adeptos a una causa), aunque como reza la sentencia que se enseña al hombre desde niño: ‘ni ganados son buenos’.
Carece de sentido armónico, idear la destrucción de algo, so pretexto de edificar otra cosa; por que hay de luchas a luchas, y aunque hay algunas que pueden tomarse a chacota, como lo hizo Jaime López, en el ‘Blue Demon Blues’: ‘Órale, ánimo Blue Demon/Que no hay peor lucha, que Lucha Villa’, existen otras batallas faltas de gracia y viveza.
El término estereotipo tiene como raíz, la palabra griega τύπος que significa molde, una pieza utilizada para la reproducción discreta, o en masa, de algo. Uno de los estereotipos más perjudiciales del mundo ‘cultural’ es el que rodea al erudito.
Hemos compartido aquí, la premisa de que el funcionamiento equilibrado de una sociedad, debe de pasar, por los diversos actores que la conforman; el debate de cuál es la proporción correcta de quienes conforman una comunidad, es algo sujeto a discusiones posteriores: El predominio de pensadores, de sabios, o bien de operadores, de contempladores, de ociosos.
Sin embargo, culturalmente, hemos dado una carga, una responsabilidad mayor, sin que sea capaz de soportarla, a seres con una tintura superficial de ciencias y artes; los hemos llamado erróneamente, sabios, cuando existe una enorme diferencia, entre el conocer por conocer, y el poner a disposición de una vida armónica, lo que se sabe, aunado al deseo de constante aprendizaje.
Vivimos, sino plagados, por lo menos con bastantes referencias a través de libros, de películas, de la vida real, de individuos a quienes el aparente mucho estudio formal, ligado a una concepción de lo que sería un estilo de vida ideal, los ha llevado a maquinar cautelosamente planes maléficos de batallas, para liberar a los oprimidos: la violencia en su máxima justificación (Quizá el ejemplo mas ilustrador, sea el del protagonista del cómic hecho película ‘V de Vendetta’).
Pareciera como si la lectura, debiera caminar únicamente de la mano de lo sibarita, de lo exclusivo, con patente de corso para decidir qué es lo mejor para los demás.
Hemos aprendido a darle a la vida misma –ya no digamos a los libros–, una lectura equivocada; la buena lid (una contienda de razones y argumentos) encuentra su sentido en el espíritu liberador, en ayudar al prójimo a descubrir su propio destino, en orientarlo en sus primeros pasos, y luego darle libertad para que tome sus propias decisiones.
Si para algo deben servir los libros (dicho de una forma mas precisa: la lectura, análisis, reflexión y la posterior acción), es justamente para lo contrario a lo arriba expuesto: Para descubrir formas de luchar eficazmente por las causas justas.
Efectivamente, los pleitos ‘venden’ (son mediáticos, generan popularidad, suman adeptos a una causa), aunque como reza la sentencia que se enseña al hombre desde niño: ‘ni ganados son buenos’.
Carece de sentido armónico, idear la destrucción de algo, so pretexto de edificar otra cosa; por que hay de luchas a luchas, y aunque hay algunas que pueden tomarse a chacota, como lo hizo Jaime López, en el ‘Blue Demon Blues’: ‘Órale, ánimo Blue Demon/Que no hay peor lucha, que Lucha Villa’, existen otras batallas faltas de gracia y viveza.
El término estereotipo tiene como raíz, la palabra griega τύπος que significa molde, una pieza utilizada para la reproducción discreta, o en masa, de algo. Uno de los estereotipos más perjudiciales del mundo ‘cultural’ es el que rodea al erudito.
Hemos compartido aquí, la premisa de que el funcionamiento equilibrado de una sociedad, debe de pasar, por los diversos actores que la conforman; el debate de cuál es la proporción correcta de quienes conforman una comunidad, es algo sujeto a discusiones posteriores: El predominio de pensadores, de sabios, o bien de operadores, de contempladores, de ociosos.
Sin embargo, culturalmente, hemos dado una carga, una responsabilidad mayor, sin que sea capaz de soportarla, a seres con una tintura superficial de ciencias y artes; los hemos llamado erróneamente, sabios, cuando existe una enorme diferencia, entre el conocer por conocer, y el poner a disposición de una vida armónica, lo que se sabe, aunado al deseo de constante aprendizaje.
Vivimos, sino plagados, por lo menos con bastantes referencias a través de libros, de películas, de la vida real, de individuos a quienes el aparente mucho estudio formal, ligado a una concepción de lo que sería un estilo de vida ideal, los ha llevado a maquinar cautelosamente planes maléficos de batallas, para liberar a los oprimidos: la violencia en su máxima justificación (Quizá el ejemplo mas ilustrador, sea el del protagonista del cómic hecho película ‘V de Vendetta’).
Pareciera como si la lectura, debiera caminar únicamente de la mano de lo sibarita, de lo exclusivo, con patente de corso para decidir qué es lo mejor para los demás.
Hemos aprendido a darle a la vida misma –ya no digamos a los libros–, una lectura equivocada; la buena lid (una contienda de razones y argumentos) encuentra su sentido en el espíritu liberador, en ayudar al prójimo a descubrir su propio destino, en orientarlo en sus primeros pasos, y luego darle libertad para que tome sus propias decisiones.