martes, junio 13, 2006

Del archivo

En 1997, escribía en el periódico La Crónica, una columna llamada ‘Aguatibia’ (primer antecedente de ‘Para Leer’ que aparece actualmente en el mismo diario), cuyo objetivo era analizar los contenidos de los medios de comunicación, primordialmente los electrónicos, y más específico, la televisión.

En aquella época, surgió en la capital del país, un grupo de ciudadanos, que comenzó con un movimiento que parecía más una campaña moralizadora y satanizadora, que una aportación para perfeccionar los contenidos televisivos.

En la semana santa de ese año -el martes 1 de abril-, escribí una reflexión al respecto, que a continuación comparto:


Juguemos a culpar

Recordando a Umberto Eco (semiólogo italiano) había decidido pasar inteligentemente un fin de semana inteligente, leyendo libros inteligentes.

Sin embargo, con el paso de los días llegué a la conclusión de que para concretar mi deseo –que solo quedó en eso-, era necesario sustraerme de la realidad, o por lo menos, mantenerme alejado de la civilización.

Conforme avanzaban los sacrosantos días santos, y yo no veía la hora en que pudiera dedicarme a cumplir mi objetivo, empecé a repartir culpas a diestra y siniestra, siguiendo los ejemplos que me rodean.

Total, ninguna de las cosas que me suceden, sobre todo las negativas, son imputables a mis acciones, siempre existe algo de mayor valor al cual responsabilizar.

Así tenemos que la agrupación ‘En los medios a favor de lo mejor’, continúa en su trabajo recolector de firmas, en lo que parece la más grande campaña liberadora de pecados.

Fabuloso: Yo como padre de familia, maestro de escuela, funcionario, o cualquiera de los roles que me toquen jugar dentro de esta comunidad, me sentiré orgulloso de los logros obtenidos por mis hijos; pero cuando estos se conviertan en errores, ya tengo a quien culpar: A la maldita televisión y demás comparsas.

Imagino –solo imagino-, que quienes encabezan movimientos satanizadores en contra de los medios, son ciudadanos tan conscientes y preocupados por el futuro de sus hijos y de nuestra sociedad, que en sus casas reina la filosofía aquella de que el juego vale por lo que pones dentro, y no por lo que encuentras ya confeccionado.

Me los imagino jugando por las tardes a recrear la historia universal y la de nuestro país, o los fines de semana recorriendo junto a sus pequeños, los diversos sitios históricos.

Cada vez que el tiempo les es favorable, también discuten en familia acerca de lo que será mejor en el futuro; esos pequeños están seguramente tan llenos de amor y nociones sobre la vida, que a la televisión ni la toman en cuenta, entonces, de qué preocuparse?

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