Una posible solución
Supongamos, sin conceder, que la literatura, sea la respuesta para una promoción efectiva de la lectura.
Una vez aceptado lo anterior, entonces bien valdría la pena analizar aquello que pueda rescatarse de la literatura, y hacerlo llegar de forma atractiva y eficaz a un público promedio, sin tradición ‘cultural’.
Por que lo práctico, útil y a la vez atractivo de algunas publicaciones literarias, vienen de las lecciones, mensajes o moralejas, y que en muchas ocasiones pasan desapercibidas por simples o poco complejas.
‘Viaje al Centro de la Tierra’ de Julio Verne, es una de las obras más apasionantes en la historia de las letras, por que entre varias virtudes, en efecto, logra trasladar al lector a un recorrido por las profundidades del planeta; sin embargo, personalmente, lo valioso del libro –la lección- llegó de la mano del joven protagonista que por la añoranza de un amor abandonado en la superficie, jamás pudo, ni tuvo la disposición de disfrutar de ese increíble periplo.
Miguel de Cervantes Saavedra, fue sincero al comunicar el objetivo de su serie de ‘Novelas Ejemplares’:
‘Heles dado nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso; y si no fuera por alargar este sujeto (tema), quizá te mostrara el sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas juntas como de cada una de por sí. Mi intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda llegar a entretenerse, sin daño de barras,: digo, sin daño del alma y cuerpo, por que los ejercicios honestos y agradables antes aprovechan que dañan’ (Prólogo al lector de la serie ‘Novelas Ejemplares, editada por Alianza Editorial, Madrid 1996).
Retomo, ‘Ver claro en lo oscuro’, la obra sobre ética, de la doctora cubana Teresa Díaz Canals, en especial, un fragmento del capítulo ‘Luces y sombras del progreso moral’:
‘La ética puede valerse de la literatura de una época determinada para extraer mensajes morales a través de la narrativa, la lírica, el teatro, etcétera. Todo ello enriquece su arsenal (o puede hacerlo), al extraer un sentido de evocación del pasado con un sentido de lo posible educativo, de la experiencia que puede ser reflexionada’.
Pero ninguno de los enfoques literarios, citados en los ejemplos anteriores, parece tener validez para todo aquel que se considere o desee ser calificado como un promotor ‘culturalmente digno’.
En este espacio, hemos insistido en la falta de eficacia de las estrategias promotoras de lectura, por considerarlas fuera de la realidad práctica del destinatario. La promoción de las dependencias oficiales, e individuos bien intencionados, alcanzan a cubrir solo a grupos de personas de alguna manera relacionadas o con inquietudes de conocimientos formales, pero el grueso de la población queda fuera, sin deseos ni capacidad de adaptarse a los estilos predeterminados.
De todo es posible aprender, aunque en ocasiones no sea lo más recomendable: Las historias de un libro del laureado escritor Sergio Pitol (Cuerpo Presente, Ediciones ERA, 1991), dan la impresión de haber sido elaboradas, pensando en ser aceptadas por un público especializado, antes que ser comprendidas por el lector ordinario.
‘En los últimos tiempos ésa es la fuente de su angustia: … sus esfuerzos baldíos frente a la página en blanco donde sólo entran unas cuantas inscripciones para quedar después allí, perdidas, aisladas, sin contexto alguno, sin ligarse a nada por la sencillísima razón de que no sabe cómo organizar por escrito la idea más elemental ni qué caso tenga inventar historias ….’ (‘Una mano en la nuca’).
Posibilidades para compartir el valor de la lectura, existen, lo que hace falta es aventurarse a explorarlas, a trabajar en ellas, a pensar más en el lector potencial, y no en los que pagan, o peor aun, en el ‘que dirán’.
Una vez aceptado lo anterior, entonces bien valdría la pena analizar aquello que pueda rescatarse de la literatura, y hacerlo llegar de forma atractiva y eficaz a un público promedio, sin tradición ‘cultural’.
Por que lo práctico, útil y a la vez atractivo de algunas publicaciones literarias, vienen de las lecciones, mensajes o moralejas, y que en muchas ocasiones pasan desapercibidas por simples o poco complejas.
‘Viaje al Centro de la Tierra’ de Julio Verne, es una de las obras más apasionantes en la historia de las letras, por que entre varias virtudes, en efecto, logra trasladar al lector a un recorrido por las profundidades del planeta; sin embargo, personalmente, lo valioso del libro –la lección- llegó de la mano del joven protagonista que por la añoranza de un amor abandonado en la superficie, jamás pudo, ni tuvo la disposición de disfrutar de ese increíble periplo.
Miguel de Cervantes Saavedra, fue sincero al comunicar el objetivo de su serie de ‘Novelas Ejemplares’:
‘Heles dado nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso; y si no fuera por alargar este sujeto (tema), quizá te mostrara el sabroso y honesto fruto que se podría sacar, así de todas juntas como de cada una de por sí. Mi intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda llegar a entretenerse, sin daño de barras,: digo, sin daño del alma y cuerpo, por que los ejercicios honestos y agradables antes aprovechan que dañan’ (Prólogo al lector de la serie ‘Novelas Ejemplares, editada por Alianza Editorial, Madrid 1996).
Retomo, ‘Ver claro en lo oscuro’, la obra sobre ética, de la doctora cubana Teresa Díaz Canals, en especial, un fragmento del capítulo ‘Luces y sombras del progreso moral’:
‘La ética puede valerse de la literatura de una época determinada para extraer mensajes morales a través de la narrativa, la lírica, el teatro, etcétera. Todo ello enriquece su arsenal (o puede hacerlo), al extraer un sentido de evocación del pasado con un sentido de lo posible educativo, de la experiencia que puede ser reflexionada’.
Pero ninguno de los enfoques literarios, citados en los ejemplos anteriores, parece tener validez para todo aquel que se considere o desee ser calificado como un promotor ‘culturalmente digno’.
En este espacio, hemos insistido en la falta de eficacia de las estrategias promotoras de lectura, por considerarlas fuera de la realidad práctica del destinatario. La promoción de las dependencias oficiales, e individuos bien intencionados, alcanzan a cubrir solo a grupos de personas de alguna manera relacionadas o con inquietudes de conocimientos formales, pero el grueso de la población queda fuera, sin deseos ni capacidad de adaptarse a los estilos predeterminados.
De todo es posible aprender, aunque en ocasiones no sea lo más recomendable: Las historias de un libro del laureado escritor Sergio Pitol (Cuerpo Presente, Ediciones ERA, 1991), dan la impresión de haber sido elaboradas, pensando en ser aceptadas por un público especializado, antes que ser comprendidas por el lector ordinario.
‘En los últimos tiempos ésa es la fuente de su angustia: … sus esfuerzos baldíos frente a la página en blanco donde sólo entran unas cuantas inscripciones para quedar después allí, perdidas, aisladas, sin contexto alguno, sin ligarse a nada por la sencillísima razón de que no sabe cómo organizar por escrito la idea más elemental ni qué caso tenga inventar historias ….’ (‘Una mano en la nuca’).
Posibilidades para compartir el valor de la lectura, existen, lo que hace falta es aventurarse a explorarlas, a trabajar en ellas, a pensar más en el lector potencial, y no en los que pagan, o peor aun, en el ‘que dirán’.
1 Comentarios:
Hola Victor!
Coincido con tus planteamientos y te felicito por tus reflexiones. Gracias por compartirlos.
Laura
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