martes, mayo 23, 2006

La Creatividad

Un vicio lleva a otro que a su vez, lleva a otro, así hasta que la cadena se convierte en un círculo: Asegurar que la creatividad es propiedad de personalidades excepcionales es un craso error; pensar que podemos generar nuevas ideas a partir de nuestros conocimientos limitados y estancados, es otro.

Ya lo expuso de manera clara Thomas Alva Edison, en una reveladora charla incluida en “Las grandes entrevistas de la historia 1859-1992”, al criticar la falta de ímpetu y la holganza de los franceses en el siglo XIX: “cuándo trabaja esa gente?, en qué se ocupa?.....Algunos de los ingenieros que han venido a verme iban vestidos a la última y llevaban sus bastones de paseo…Por norma, no obstante, trabajo veinte horas diarias. Para mi, cuatro horas de sueño son mas que suficientes, a todos los efectos”.

Pero vamos por pasos, la primera de las fallas generadoras de vicios, es creer a pie juntillas (es decir, sin discusión previa) que algunos seres humanos nacen con el don, el regalo de la creatividad, y por lo general, nuestro parámetro lo establecemos a partir de personas que dedican su tiempo a actividades artísticas o que requieren de destreza manual.

Pero cualquiera que se tome la molestia de realizar por lo menos una averiguación previa (una revisión exhaustiva que no alcanza el grado de investigación científica, pero valedera para entender acerca de algún fenómeno), sobre los estudios de creatividad, va a descubrir que los especialistas fortalecen una de las pocas creencias populares acertadas: la creatividad es resultado de mucho esfuerzo bien dirigido, bien aplicado, y que cualquier persona con voluntad, la puede adquirir.

Herbert J. Walberg, en su investigación “Creativity and talent as learning” da en el clavo cuando confirma que las ‘prendidas de foco’ (la imagen de una bombilla eléctrica que se enciende cuando llega una idea genial) no existen “el descubrimiento puede llegar en un instante, pero usualmente requiere de décadas de preparación en un campo específico”.

Y las musas, existen?, Mihaly Csikszentmihalyi, en el capitulo 2 de su libro “Flow and the psychology of discovery and invention” cita las palabras de un inventor quien deja claro el valor que poseen tanto la cantidad y la calidad de información que poseas y domines, así como tu capacidad de observación, “los artistas están de acuerdo en que un pintor no puede hacer contribuciones creativas sin antes haber observado, observado y observado previamente otros trabajos, y sin conocer lo que otros artistas y críticos, consideran como buen y mal arte”.

Ahora bien, si no existen las musas (que podamos retomar elementos de algún amor perdido o ganado, para fortalecer nuestro ánimo, es otra cosa), ni los focos iluminadores, y que cualquier persona con voluntad y la suficiente información, puede ser creativa, entonces que nos limita?

Beth Hennessey y Teresa Amabile, en “The conditions of creativity” están de acuerdo en la enorme importancia del medio ambiente para el desarrollo o el entorpecimiento de personas creativas. En ocasiones, dicen las autoras, la pasión que uno siente por su trabajo puede ser insuficiente, si uno cuenta con presión de amigos, familia, la autoexigencia, o un jefe torpe, aunque a final de cuentas, el creativo encuentra la manera de salir adelante.

El campo de la creatividad, explorado desde la sicología, aun tiene mucho campo por recorrer, desde si existe superioridad creativa de las mujeres o de los hombres, o del papel de la droga como fortalecedor de procesos efectivos de creación.

Pero si bien no todos podemos ser creativos multidisciplinarios, como nos pintan a Herbert A. Simon en la revista “Cognitive science” (experto en teoría administrativa, física, economía, sociología, sicología cognitiva, lógica, inteligencia artificial), ni creo que sea el caso, cualquiera puede ser innovador en el campo que desee, solo es cuestión de mucho trabajo, pero bien hecho.

Formar lectores

Confundir los medios con el fin, es tal vez, uno de los principales errores que cometemos al emprender acciones; y esto es producto de no tener bien definido cual es nuestro objetivo.

Esto, que parece un simple principio de organización, obligatorio para lograr que todo salga bien, es la más común de las fallas, pero quizá la menos valorada, por que mientras vemos resultados, poco nos preocupa que los métodos sean los mas óptimos, o que respondan a nuestra necesidad (si es que acaso, conocemos a ciencia cierta lo que requerimos).

Cuando no tenemos la certeza de qué deseamos lograr, es complicado definir un cómo efectivo, y sobran los cómos que semejan a los palos de ciego: en algún momento pueden tocar algo. La probabilidad de conseguir un buen resultado, de acuerdo a esta dinámica, es directamente proporcional a la cantidad de golpes lanzados al aire (no resulta obvio decir que los desperdicios de tiempo, dinero y esfuerzo, se multiplican también de forma proporcional).

De acuerdo a lo anterior, resulta complicado poder remover paja y descubrir cual es el objetivo real que persiguen los promotores de lectura. “Hay que leer, por que es importante y valioso leer; te transforma en alguien culto, puedes incrementar tu habilidad para conversar, y hasta es posible que te conviertas en escritor”, es el argumento que podemos rescatar, de las diversas posturas pro lectura que han establecido, tanto la autoridad, como los promotores voluntarios.

Pero eso que hemos definido de manera arbitraria y para efectos de esta columna, como la motivación de los promotores, está lejos de cumplir con los requisitos de un objetivo, y forma parte del plano de los buenos deseos de un grupo de seres, que han encontrado satisfacción en el proceso de leer, gracias a los estereotipos que los guiaron y que terminan reforzando: Leer bajo la cálida luz de una lámpara enfundado en una bata, rodeado de cientos de libros, tomando una copita de jerez, con lo bifocales en la punta de la nariz, y un cigarro en la punta de la mano, soñando en ser reconocido como un ente distinto a los demás, solo por acumular millas aire, o libros leídos.

Suponiendo que el objetivo sea que el mexicano se apodere de los grandes títulos de la literatura mundial (sin saber exactamente para qué), podemos concluir que las estrategias seguidas hasta la fecha, no han dado los mejores resultados, esto, en relación a la cantidad de libros producidos, vendidos, leídos y hasta consultados en una biblioteca (es sencillo determinar si un libro ha sido consultado a partir de su estado físico; por lo general en las bibliotecas públicas, abundan los libros casi nuevos o solo manoseados).

Deberíamos de leer por que la lectura (junto a la observación de la naturaleza, la conversación con quienes mas saben y la natural reflexión) representa un camino para la obtención de conocimientos –formales e informales- que nos permitirán descubrir que nuestra principal meta, es vivir esta vida lo mejor posible, pero no solo en el plano metafísico, sino en el mundo cotidiano, palpable.

Y para eso, debemos apoyarnos en todo lo que tengamos disponible: libros de todas categorías (no exclusivamente literatura), deseos de aprender, apertura para el dialogo cotidiano -no solo las charlas doctas-, dar mayor valor a las señales de nuestro entorno, a los comportamientos de nuestros semejantes, a los logros y fracasos.

Pero eso no es culturalmente correcto y hasta puede llegar a ofender a quienes viven de y para eso, aunque si se analiza bien, aquellos que logran ventas efectivas, colocan su producto en el ámbito de una necesidad bien definida.

Licenciado en Ciencias de la Comunicación
marcen09@hotmail.com